sábado, 14 de marzo de 2020

ANTES DEL AMANECER: CAPITULO 32





Amparado por las sombras del bosque, el hombre dejó de enfocar a Paula Chaves con sus potentes binoculares para concentrarse en el montañés de barba. Si hubiera estado buscándolo con la mira telescópica de un rifle en lugar de con unos prismáticos, lo habría matado en un santiamén. Un solo movimiento de su dedo y aquel tipo habría pasado a ser historia.


Pero Pedro Alfonso no le interesaba. Su trabajo era asegurarse de que Paula mantuviera la boca cerrada. Francamente, estaba convencido de que no recordaba nada. Pero si recuperaba la memoria, hablaría.


La pequeña Paula Chaves, como solían llamarla en aquel entonces, la rebelde pelirroja. Siempre había sido así, y al parecer no había cambiado mucho. Si de él hubiera dependido, en aquel momento estaría muerta y enterrada en aquel sótano, al igual que aquellos desafortunados bebés. Y si seguía ignorando sus advertencias, si continuaba hablando con el sheriff o con quien fuese… Bueno, pues entonces haría lo que tuviera que hacer. Y si disfrutaba en el proceso, mucho mejor.


Continuó observando a Pedro Alfonso mientras recogía el cráneo y lo examinaba de cerca. No era más que una imitación en plástico, pero había funcionado. Paula se había quedado lívida nada más verlo. Y Alfonso había corrido en su rescate.


¡Qué ingenuidad buscar protección en los brazos de un estúpido granjero! Para ser profesora de universidad, Paula había demostrado tener muy poco cerebro.



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