sábado, 14 de marzo de 2020

ANTES DEL AMANECER: CAPITULO 30





—Ve a por las llaves de la furgoneta —le pidió Pedro segundos después, cuando estaban llegando a la casa—. Yo instalaré a la niña en el asiento.


Hizo lo que le decía y le lanzó las llaves. Lo dejó conducir, puesto que conocía la zona mucho mejor que ella.


Paula intentó recordar lo que había dejado en la cabaña mientras la furgoneta ascendía por la pista forestal. Toallas, alguna ropa, ingredientes de cocina, artículos de limpieza y varios libros. 


Nada de lo cual le importaba perder, pero la cabaña era diferente. Llevaba en ese lugar por lo menos medio siglo. Y no había razón alguna para suponer, que se había incendiado por combustión espontánea en una soleada mañana como aquella.


Ninguna razón en absoluto.


Una docena de posibilidades cruzó por la mente de Pedro mientras recorría el último kilómetro antes de llegar a la cabaña de los Jackson, con el aire espesándose cada vez más por el acre olor a madera quemada. Se reservaría su veredicto hasta que tuviera una prueba concluyente, pero tenía la fuerte sospecha de que las amenazas verbales contra Paula acababan de hacerse realidad.


Frenó al final de la pista forestal. Paula saltó antes de que el vehículo llegara a detenerse del todo. Cuando Pedro apagó el motor, ya estaba corriendo por el sendero hacia la pasarela.


Salió rápidamente detrás de ella, pero antes de que pudiera alcanzarla la oyó chillar. Fue un chillido de terror que lo dejó espantado, desgarrado por dentro. Casi como si acabara de tropezar con el diablo en persona.




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