sábado, 22 de febrero de 2020
LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 16
Insoportable.
Esa era la palabra. Paula no sabía bien lo que era peor, si los momentos en los que Pedro rehusaba mirarla a los ojos, o aquellos otros en que sus miradas se encontraban ocasionalmente en el concurrido, oscuro y agobiante set de rodaje y la miraba con aquellos ojos sombríos casi ocultos bajo sus espesas pestañas.
Al margen de su trabajo, su vida era un desastre. Se había acostado con la impresionante cifra de dos hombres en toda su vida, casi un equipo de fútbol. No había tenido tiempo o interés para más. La primera vez había sido para dejar de ser virgen. Y la segunda…
Bueno, él no había estado mal, divertido, agradable e interesante, y ella había pensado que eso podría ser suficiente.
—¿Paula? —le dijo Brian apareciendo inesperadamente junto a ella—. Habrá que andar con ojo con algunos diálogos mientras cambian el decorado del set.
Brian no sabía gran cosa acerca de plantas, de forma que casi nunca se desviaba del texto marcado por los guionistas de la serie. Él le mostró algunas páginas recientemente escritas.
—¿Qué es esto? —dijo ella echándolas una ojeada con gesto sorprendido.
—La parte del guión que se ha cambiado.
—¿Han cambiado las secuencias?
Paula ese día tenía una secuencia mirando a cámara y Brian otra. Entre ellas había unos cambios importantes de decorados. Ahora tenía que interpretar un nuevo texto.
—Pero bueno, ¿a cuento de qué vienen estas nuevas secuencias con los dos juntos?
Volvió a ojear las páginas del texto y vio que los guionistas habían añadido un par de párrafos para cada uno de ellos en la siguiente secuencia. Bueno, al menos no estaría allí sola plantada como un pasmarote mientras Brian hacía su presentación.
—¿Por qué?
—Ordenes de nuestros amigos de producción —replicó él sonriente.
—Ya. Vayamos al hueco de la escalera, estaremos más tranquilos —dijo ella suspirando.
—¿Estás segura de que no quieres usar tu tráiler? —le dijo Brian mientras ella abría la puerta que conducía a las escaleras que rara vez se utilizaban para subir a la terraza—. Estaríamos allí en un segundo.
Paula frunció el ceño. ¿Estaba tratando de estar con ella a solas en la caravana? La forma tan indolente en que se apoyaba en el marco de la puerta, aquella acaramelada sonrisa que tenía algo de artificial… Paula miró a su alrededor, y sonrió.
—No quieres que se te manchen los pantalones, ¿eh? —le dijo ella.
Y era cierto. Las escaleras estaban cubiertas de la suciedad acumulada a lo largo de los años.
Brian echó una última mirada por encima del hombro y se dirigió tras ella a la escalera, cerrando la puerta tras de sí.
—Esto está que da asco —dijo él nada más pasar—. Y Carla me dará un azote si echo a perder otro par de pantalones.
—Eres toda una princesa, Maddox —le dijo ella, echándose a reír.
Brian, sonriendo también, le dio en la cabeza con las páginas del guión. Ella soltó una carcajada.
—Vamos a dejar esto hasta que estemos en mi oficina, donde podamos ensayar con toda la parafernalia y esplendor al que tú, sin duda alguna, estás acostumbrado.
Brian sonrió a su ocurrente ironía mientras seguían subiendo por la escalera de caracol y le echaba una mano por encima del hombro.
—Eres estupenda, Chaves. Te debo una.
—¿Para salir a algún sitio?
Sintieron una desagradable corriente de aire frío al oír de repente que la puerta de la terraza se abría tras ellos. Paula se dio la vuelta siguiendo el sonido.
—¡Pedro! —exclamó Paula mientras Brant le hacía un expresivo gesto con las cejas como dándole a entender que el jefe no se perdía una—. Estamos aquí para ensayar nuestros cambios de última hora del guión. Obra tuya, supongo, ¿no? —dijo ella en actitud defensiva.
—Me gustaría que siguieseis trabajando los dos juntos en más episodios de la serie. Os daría una buena oportunidad para conoceros mejor —dijo Pedro mirando con mucha atención el brazo que tenía Brian sobre el hombro de Paula—. ¿O tal vez ya no es necesario? —añadió mirándola a ella.
—Creo que hacemos una buena pareja, ¿no te parece, Paula?
Ella hizo un esfuerzo para esbozar una sonrisa.
El Pedro que ella recordaba no cambiaba fácilmente de estado de ánimo, pero ahora le veía allí de pie, adusto y con gesto sombrío. El mismo que dos noches antes había tenido la lengua en su boca.
¿Era así como funcionaban las cosas en el gran mundo de Pedro? ¿Tratando a la gente de esa manera?
—Por supuesto.
Sin volver la vista atrás, continuó por las escaleras hasta los ascensores de la planta superior, por debajo de la cual se hallaba el refugio de su oficina móvil. El único lugar al que ella sabía que Pedro no se atrevería a entrar sin haber sido invitado
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario