sábado, 7 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 43





La semana siguiente, el pie de Paula seguía morado y caminaba con dificultad, maldiciendo a su ex marido a cada paso. Pero olvido sus problemas por un momento cuando encontró a Margarita deshecha en lágrimas


-¿Qué ocurre?


-Es Jorge. Está deteriorándose rápidamente y no sé si podré soportarlo mucho mas tiempo. Ayer calentó una lata de sopa en el microondas y explotó... Mientras yo lo limpiaba salió por la puerta de atrás y lo encontraron vagando por las calles en pijama...


-Ay, Margarita.


-Ya no se que hacer con él.


- Pensé que estaba en un centro en el que le atendían bien.


-Va durante el día, cuando yo estoy trabajando, pero por las noches y durante los fines de semana está conmigo en casa. Y Pedro quiere que vaya a Yorkshire con él...


-No te preocupes, iré yo. Esa es una de mis obligaciones, ¿no?


-Pero Pedro y tú no os lleváis bien...


-No pasa nada, es una emergencia y a mí no me importa, de verdad. ¿Cuándo tengo que irme?


-Esta tarde.


-Muy bien, de acuerdo.


Paula llamó a Nora para que se quedara con la niña y le explicó su miedo de que Leo se enterase.


-No te preocupes. Si ese cerdo viene por aquí, le diré cuatro cosas -contestó su vecina y amiga-. Eres una madre maravillosa, Paula, pero ya es hora de que te enfrentes a ese canalla.


Pedro estaba esperándola en el coche, le había dicho Margarita. pero cuando bajó al aparcamiento le sorprendió verlo al volante del Bentley.


-Barton tiene gripe, así que conduzco yo.- le explicó-. Pensaba ir en avión, pero el informe del tiempo era atroz. ¿Dónde está Margarita?


Paula le explicó la razón del cambio y él la miró, pensativo.


-Pero no podremos volver esta noche y tú no llevas bolsa de viaje.


-Supongo que habrá tiendas en Yorkshire. comprare un cepillo de dientes y todo lo que necesite. ¿Por que tienes que ir allí, por cierto?


-Tengo un cliente en Yorkshire. Es un caso de asesinato.


-¿En serio?


-Jason Doyle fue «presuntamente» asesinado por su esposa. Por lo visto, solía pegarle y ella se hartó de soportar sus palizas.


-¿Y tú vas en contra de la señora Doyle? -preguntó Paula, sorprendida. Lee nunca la había «pegado» literalmente pero ¿cuantos accidentes había sufrido mientras había estado casada con él?


-No, yo defiendo a Susana Doyle. La pobre mujer lo ha pasado fatal y espero conseguir que salga bajo fianza.


Media hora después, Pedro no dejaba de mascullar maldiciones. Había empezado a nevar y el limpiaparabrisas no podía apartar toda la nieve.


-¿Dónde demonios estamos?


-Gira a la derecha -dijo Paula mirando el mapa.


-¿Estás segura? Yorkshire está a la izquierda... puedo ver las luces desde aquí.


-En el mapa dice que gires a la derecha -insistió ella. Pero luego se rindió. Ya estaba acostumbrada a la cabezonería de Pedro Alfonso. Después de media hora perdidos en la carretera, Pedro detuvo el Bentley en el arcén.


-Esto no puede ser. Será mejor que demos la vuelta.


-Te dije que girases a la derecha.


-Bueno, de acuerdo, es culpa mía.


-Pues claro que sí. Si me hubieras hecho caso, ahora estaríamos en el hotel y no perdidos en medio de una tormenta de nieve.


Pedro intentó dar la vuelta, pero las ruedas patinaron en el asfalto helado hasta que perdió el control y el coche cayó en la cuneta.


-Genial. Será mejor que salgas... por si el coche sigue deslizándose.


Paula recibió un golpe de aire helado al abrir la puerta, sus pies hundiéndose en casi medio metro de nieve.


-¿Qué vamos a hacer? -preguntó, mientras Pedro movía el móvil intentando encontrar cobertura.


-Caminar, supongo. Aunque consiguiera hablar con alguien, no creo que pudieran venir a buscarnos.


-Quizá deberíamos esperar en el coche.- murmuró Paula, mirando los campos oscuros a su alrededor.


-¿A quién, a Lassie? ¿Esperas que venga un San Bernardo con un barrilito de brandy al cuello?


-Muy gracioso.


Unos minutos después estaba claro que su abrigo no era suficiente para protegerla del frío y tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantener el equilibrio con las botas de tacón alto, su pie magullado le dolía.


-Venga, date prisa.- la llamó Pedro cuando se quedó atrás-. ¿Qué te pasa en el pie?


-Nada... aparte de que se me ha congelado.


-A ver si lo adivino, ¿te has golpeado con otra puerta?


Paula suspiró.


- Se me cayó algo encima cuando estaba descalza.


-Pues debía de pesar mucho porque apenas puedes andar. ¿Qué era?


-Mira, déjalo...


-Espero no conocerlo nunca. Porque si lo conozco... -empezó a decir Pedro, furioso.


No podía entender por qué seguía con aquel hombre. Había pasado horas escuchando el relato de su cliente, acusada de asesinato, horrorizado por la letanía de abusos que había sufrido durante su matrimonio y se ponía enfermo al imaginar a Paula en la misma situación.


Su rabia lo obligaba a dar grandes zancadas pero cuando quiso darse cuenta ella ya no lo seguía y tuvo que volver sobre sus pasos.


-No puedo andar. Tendrás que seguir sin mí.


-No seas tonta. ¿Crees que voy a dejarte aquí tirada?


-Podrías ir a buscar ayuda...


-No voy a dejarte, así que o nos quedamos los dos para que nos encuentren mañana congelados, o me das la mano y seguimos andando hasta que lleguemos a la civilización.




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