sábado, 23 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 37





Paula hizo un gran esfuerzo para ir a trabajar. Al mediodía, le contó sus problemas a Silvia, quien le ofreció todo su apoyo pero ninguna solución. 


Después de hablar con ella, Paula se sintió mejor. Sabía que solo ella podía resolver ese problema.


Cuando aquella noche llegó a casa se encontró con Rosa, que salía del portal.


—Paula, ¿cómo estás? Hace mucho que no te veo. Debes de estar trabajando mucho para la exposición.


—Sí, paso en el estudio todo el tiempo que puedo.


—Tengo muchas ganas de ver tus nuevos trabajos. Seguro que son maravillosos —dijo Rosa—. Pareces cansada, cariño. Espero que no estés abusando del trabajo.


Paula sabía que ese día tenía muy mal aspecto. Había llorado sin parar y tenía los ojos hinchados. Se sentía agotada y quería meterse en la cama.


—Estoy bien —le dijo a Rosa—. Me voy a acostar prontísimo.


—Muy bien, dormir es lo mejor que hay. Lo cura todo —comentó Rosa—. ¿Pedro no ha vuelto todavía?


Paula evitó su mirada y contestó:
—Sí, volvió anoche. Pero se va mañana a visitar a sus padres en Wisconsin.


—¿Ah? ¿Y tú no vas con él?


—Me lo ha pedido —confesó Paula—. Pero he decidido no ir.


«También me ha pedido que me case con él», pensó, pero no pudo decírselo a Rosa.


—Ah —exclamó Rosa. Paula pensó que iba a hacerle más preguntas, pero no fue así—. Si no tienes planes, estaré encantada de que vengas a casa. Vendrán Silvia, Erik y Yanina, los gemelos —añadió—. Puede que Lila y Nico también se pasen. Será divertido —le prometió.


—De acuerdo —dijo Paula—. Gracias por la invitación. No podía soportar la idea de quedarse sola, y menos cuando le iban tan mal las cosas con Pedro—. ¿Qué tal si llevo una tarta de calabaza?


—Estupendo. Es mi favorita —contestó Rosa.





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