sábado, 19 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 65




Le revolvía el estómago la idea de ir tras Pedro hasta donde estaban los demás. Paula había tomado cariño a todas esas personas y las había decepcionado. Sabía que estarían enfadadas con ella.


Igual que lo estaba ella misma.


Por raro que pareciera, con quien no estaba enfadada era con Agustin, porque ella había sabido siempre lo que podía esperar de él y había dejado que sucediera.


Intentó pensar en cómo explicarles lo que había pasado, pero se dio cuenta de que no eran más que excusas. Angustiada y arrepentida, fue hasta la playa.


Cuando llegó a donde estaban todos, vio que Pedro estaba al teléfono y le daba la espalda. El resto de la gente la estaba mirando. 


Le entraron ganas de darse la vuelta y echar a correr, pero también deseaba pedirles perdón. 


Abrió la boca para decir algo, pero no lo hizo al ver que Margo extendía su mano hacia ella. 


Paula la aceptó con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta. Se sentía muy agradecida…


Luis se acercó a ella y tomó su otra mano. 


Estaba segura de que el niño no sabía que estaba pasando, pero era lo bastante sensible como para ver que necesitaba consuelo. Se prometió que recordaría siempre ese gesto y aprendería de ello.


Pensó que en ese instante estaba aprendiendo por primera vez en su vida el significado del perdón, aunque estaba convencida de que no se lo merecía.


Miró a Pedro, acababa de colgar el teléfono, pero no se movió de donde estaba y se quedó con la vista perdida en el océano. A sus pies estaba lo que quedaba en pie del castillo de arena. La marea se había llevado consigo la mayor parte de la construcción.


Se giró algún tiempo después.


—He hablado con el guardacostas de la isla de Tango —les dijo a todos sin mirarla a los ojos—. Van a enviar a alguien para que venga a buscarnos. También tienen un helicóptero buscando el Gaby. Estarán aquí dentro de una hora, más o menos.


Se sintió aliviada al ver que no iban a tener que pasar allí la noche por su culpa, sin comida ni agua. Todos hablaron a la vez.


—¡Qué bien!


—Bueno, entonces no pasa nada.


—Todo se solucionará.


Cuando se quedaron callados, Paula decidió que había llegado el momento de dar una explicación, aunque temía ver en los ojos de la gente la misma decepción que había visto en la mirada de Pedro


—Todo esto es culpa mía —les dijo sin levantar la vista—. Tuve un divorcio muy complicado. No debería haberme arriesgado a que los problemas con mi ex os afectaran a todos. Lo siento. Siento…


Se reunieron a su alrededor sin dejar que terminara. Hernan le dio un gran abrazo. A él lo siguió Margo. Las hermanas Granger le acariciaban la cara y la animaban con cariño.


—No te preocupes, querida. Todo saldrá bien —le dijo Lyle.


Hasta el profesor Sheldon, con timidez, le dio una palmadita en la espalda.


—Todos cometemos errores —le dijo.


—A mí no me importa quedarme atrapado en la isla un tiempo. Así puedo casi imaginarme que no tengo que volver nunca más al orfanato —le confesó Luis metiéndose en medio del círculo de amistad.


Tenía la garganta cerrada por la emoción. Buscó la mano al niño y la apretó con fuerza.


Vio de reojo que Pedro estaba observando la escena, pero no podía mirarlo a la cara. Sabía que con sus errores había destrozado cualquier sentimiento que pudiera haber estado naciendo entre ellos. Y sabía que vería prueba de ello en los ojos de Pedro. Por eso no podía mirarlo.



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