sábado, 8 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 5




La gente dice que Irlanda es el lugar más afortunado del mundo. Alerta de spoiler número dos: todos mienten.


No he visto un solo arcoíris.


Entonces, ¿por qué sigo aquí todavía? Bueno, supuestamente, a treinta minutos de aquí, en Wicklow Mountains, existe una empresa turística, llamada The Lucky Irishman, donde garantizan encontrarte un arcoíris.


Así pues, después de no encontrar ningún arcoíris sola en las últimas tres semanas, fui al sitio web esta mañana e hice una reserva.


Mañana, eso sucederá.


Mañana, voy a tener finalmente suerte.


Voy a aparecer en esa excursión y voy a tomar tantas fotos de arcoíris que podré hacer un collage de arcoíris. Un mural de arcoíris.


Sé que un arcoíris no es una varita mágica… las hadas madrinas no son de verdad de todos modos.


Pero puedo ir a buscar mi propia olla de oro.


Primero, necesito un trago. Por lo tanto, un bar. 


Y de ahí el ceño fruncido en mi cara. ¿Y qué pasa con ese gilipollas?


—¡Deja de gritarme!


Sus amigos están en el suelo, literalmente; dos irlandeses están riéndose en el suelo agarrándose sus vientres y señalando. A él. A mí. Al maldito cuarto… no lo sé y no me importa. 


Sólo necesito una bebida y una habitación para pasar la noche.


—Lo siento, muchacha —dice, esta vez no grita. Esta vez habla con un acento que es realmente jodidamente caliente. Bajo y terrenal, como si él dedicara su vida a respirar aire fresco, haciendo que la cerveza y comida del bar parezcan rancias—. Mis amigos parecen haberse caído. No quería gritarte a ti.


Agito mi cabeza y miro lejos por dos razones.


Uno: porque realmente necesito tomar mi bebida. El camarero con su cara enrojecida y sus regordetas mejillas me está entregando una pinta de algo oscuro, recio y perfecto. Está deliciosa. La cerveza más deliciosa que he tomado en mi vida.


Y dos: debería mirar hacia otro lado porque el hombre que estaba gritando también es delicioso. Posiblemente más delicioso que la cerveza, si dejas de lado toda la cosa de los gritos. Lo que no voy a hacer. Es grosero gritar.


Tomo un sorbo de la cerveza y se desliza por mi garganta, y por un momento mis hombros se relajan y pienso: Bien, cálmate, Paula. Mañana vas a buscar un arcoíris. Repondrás el último mes sin arcoíris; una vida entera de gatos negros y malos augurios. Nada de eso va a importar más porque ahora vas a conseguirlo. 


Conseguirás lo que siempre has estado buscando. Suerte.


Alguna jodida buena suerte.


—Muchacha, ven a sentarte conmigo, mis amigos no volverán aquí. —Él golpea el taburete a su lado. Gah. ¿Debería sentarme con el irlandés, de los gritos, barba y cara de aspecto delicioso que podría comerme?


Mi estómago gruñe.


Estoy hambrienta. Me giro hacia el camarero, ignorando al sexy irlandés y pregunto:
—¿Tiene algo para comer?


El camarero me mira como si fuera una idiota. 


Lo cual probablemente sea.


—¿Te apetecería un pastel de carne?


—Sí —respondo con prontitud—. Me encantaría un pastel de carne.


El irlandés que está junto a mí sonríe, dando unas palmaditas en el taburete de nuevo. Lo cual, vamos, es bastante agresivo. Bastante arrogante. ¿Piensa que porque tiene una cara deliciosa, y un acento sexy yo voy a sentarme junto a él?


Frunzo mi cara, ofreciéndole una visión de mi proceso de pensamiento.


Tengo una cerveza, un pastel de carne y una mochila que literalmente se cae de mis hombros.


Y estuve en un autobús de mierda todo el día, completamente sola. Sentarse al lado de este tipo no sería lo peor del mundo.


No es que yo fuera a decirle eso.


Entonces, siendo la mujer independiente que soy, pongo mis ojos en blanco, dejo caer la mochila al suelo, tiro mi mapa sobre la barra y me siento al lado de este hombre delicioso y gritón.


—¿Quieres un pastel de carne? —pregunta—. Porque yo tengo uno que podría ofrecerte. —Sonríe sabiendo que él es tan hermoso como yo creo que lo es.



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