sábado, 11 de mayo de 2019
TRAICIÓN: CAPITULO 26
Pedro captó la dignidad y la pena que envolvían esas palabras. La miró. Ese día estaba muy distinta, con el pelo limpio brillando sobre los hombros en una cascada rubia. Llevaba un vestido de algodón y parecía suave, femenina y extrañamente vulnerable.
-¿Por qué no me dices qué es lo que quieres? –preguntó él.
Ella lo miró a los ojos.
–Quiero que mi bebé tenga lo mejor –respondió con cautela–. Como quieren todas las madres.
–¿Y crees que vivir aquí le proporcionará eso? –Pedro miró a su alrededor, incapaz de ocultar un fruncimiento despreciativo de los labios.
–La gente tiene niños en entornos de todo tipo, Pedro.
–Un niño que lleve el apellido Alfonso no –replicó él–. ¿Cómo te ganas la vida? ¿Sigues trabajando?
–En este momento no –Paula se encogió de hombros–. Encontré trabajo en otro supermercado cuando volví de Lasia y luego empecé con náuseas. Raciono el dinero que me diste, pero…
–¿Y cómo demonios crees que te vas a arreglar? –insistió él.
Paula tragó saliva.
–Cuando mejoren las náuseas, trabajaré más horas. Si es preciso, tendré que mudarme a un barrio más barato.
–Pero eso te alejaría más de tu madre –señaló él.
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