miércoles, 29 de mayo de 2019

DUDAS: CAPITULO 41





El miércoles por la mañana, Pedro regresó a Gold Springs. Era la primera vez que veía la ciudad a la luz del día desde el baile.


En los pocos días que había estado en Rockford todo había sufrido una transformación. Cada edificio, incluso la antigua cárcel, brillaba con una nueva capa de pintura. Crisantemos amarillos adornaban las esquinas y unos grandes canelones daban la bienvenida a la gente. Los payasos recorrían las calles acompañados por damas de vestidos amplios que sostenían parasoles.


Era extraño sentirse tan conectado con un lugar. 


Llevaba allí poco tiempo y, no obstante, se enorgullecía de la ciudad y quería que llegara el Día de los Fundadores.


Y ver a Paula. Pensar en ella le provocaba sensaciones encontradas. Había considerado que sería inteligente dejar que las cosas se enfriaran un poco entre ellos antes de disculparse, pero el trabajo en Rockford lo había tenido más ocupado de lo que había imaginado. 


Temía que ese período de enfriamiento se hubiera convertido en un páramo helado.


Cuando esa mañana había bajado a desayunar, Mandy Lambert y su hermana iniciaron el sondeo.


—Lo sucedido entre Paula Chaves y usted es desgraciado, pero no debería desanimarse —había comentado Dennie.


¿Qué habían escuchado? No se atrevía a preguntarle nada a ese taimado dúo. Era evidente que Paulaa había comentado algo sobre lo que había pasado entre ellos. ¿Qué había esperado?


Debió llamar desde Rockford. Un par de veces había alzado el teléfono para hacerlo, pero se había sentido reacio a hablarlo de esa manera.


Sabía que ella estaría trabajando en el edificio del ayuntamiento. No podría culparla si no quisiera verlo. Aunque le gustaría que primero le diera la oportunidad de explicarse.


Se obligó a bajar de la camioneta y a cruzar la puerta de la oficina.


En la entrada habían colocado una nueva mesa de recepción; la mujer sentada detrás alzó la vista y le sonrió.


—Buenos días, sheriff —saludó con voz agradable—. Soy Becky Powell. Estos son sus mensajes, y hay café en la cocina si quiere una taza.


Él asintió, demasiado asombrado para hablar. 


Había dejado el lugar hecho un caos y regresaba a la realidad de que era mejor que antes del vandalismo.


A la izquierda había dos puertas que conducían a despachos, y en una de ellas estaba pintado «Sheriff». Adivinó que el otro despacho sería el de Paula. Se asomó y vio su cabeza justo por encima de la superficie de la mesa. Estaba sentada en el suelo con la espalda hacia la puerta.


—Hola —dijo, apoyándose en el marco, satisfecho de poder mirarla. El sol ardía como fuego en su pelo, y cuando ella se volvió, pensó que le iba a estallar el corazón. No sabía cómo se había enamorado de esa mujer en tan poco tiempo, pero no cabía negar lo que sentía por ella.


—Hola —volvió a concentrarse en los papeles que tenía ordenados en el suelo. Pero después de oír su voz ya no podía leer nada. Era el momento que había temido y anhelado.


—Tú… hm… el sitio está espléndido —le dijo, intentando encontrar un terreno común.


—Todo el mundo ha trabajado duramente —repuso sin mirarlo—. Creo que estará listo el sábado.


—Estupendo —asintió—. La ciudad ha cambiado desde que me marché.


—La locura del Día de los Fundadores —respondió ella con una sonrisa y el corazón latiéndole con fuerza—. Nada se deja sin tocar.


—Paula —comenzó, buscando palabras.


—¡Sheriff! —E.J. lo saludó desde la puerta—. Esos especialistas en incendios que mandó el estado están en su casa. Quieren hablar con usted.


—Supongo que te veré más tarde —Paula lo miró.


—Debemos hablar —logró decir antes de que E.J. lo sacara de la oficina—. Nos veremos luego.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario