sábado, 2 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 5




Después de ponerse la ropa que se había quitado para ducharse, sin molestarse en abrocharse la camisa, abrió la puerta y Paula lo deslumbró con una sonrisa similar a la que Eva debía de haberle brindado a Adán cuando le había ofrecido la manzana. Hipnotizado por el contraste entre sus ojos azules y su roja melena, Pedro apenas fue consciente de que Paula acababa de desabrocharse el cinturón de la gabardina.


Después, Paula se abrió la gabardina, atrayendo con aquel gesto la mirada de Pedro. Estaba completamente desnuda.


—Espero que no te importe que haya venido sin avisar.


Pedro dejó que su mirada vagara desde los tacones hasta sus largas y bien torneadas piernas, deteniéndose en el triángulo de vello que consiguió empapar su frente en sudor y subiendo después para admirar las deliciosas curvas de sus senos. Sus pezones rosados le provocaron una erección inmediata y aquella mirada con la que le estaba diciendo «tómame», que descubrió en sus ojos, no lo ayudó a atenuarla.


—¿Qué demonios estás haciendo? —consiguió graznar.


—¿Intentar seducirte?


—Contigo las cosas no son nunca tan simples —ni tan fáciles.


—Necesito sacarte de mi cabeza. Quiero que pasemos una noche juntos, sin compromisos de ningún tipo.


Aunque no estaba en absoluto interesado, Pedro no pudo evitar preguntar:
—¿Sin compromisos de ningún tipo?


—Nada de futuras citas, ni de llamadas telefónicas. Ni siquiera tendremos que volver a vernos otra vez.


Pedro se obligaba a no mirar por miedo a perder completamente el sentido común.


—¿Y si no funciona? ¿Y si quieres volver a verme otra vez?


—No seas tan creído. Funcionará.


—Me han dicho que soy adictivo —dijo Pedro con una sonrisa.


Paula lo recorrió de arriba abajo con la mirada.


—No tengo una personalidad adictiva.


—La oferta es tentadora, pero será mejor que te vayas antes de que llame a seguridad.


Paula se quedó boquiabierta y, por primera vez desde que Pedro la conocía, sin habla. Casi se sintió culpable por no invitarla a pasar, pero se recordó a sí mismo que aquélla era Paula Chaves, la mujer que le había robado el Porsche y lo había abandonado en medio del desierto, y el sentimiento de culpa se desvaneció.


—Que pases una buena noche, y espero que te vayas mañana —le dijo, contemplando por última vez aquellos gloriosos senos, y le cerró la puerta en las narices.


Pedro imaginó entonces cómo iba a ser el resto de la noche: él solo en su habitación, las imágenes de Paula bombardeándolo y sin nada que hacer, salvo ducharse con agua fría




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