Escapada. Un lugar para que disfruten los adultos.
Los creadores de Rancho Fantasía te transportan a un paraíso tropical situado en una isla del Caribe, un lugar de diversiones para adultos que dispone de los medios más placenteros para escapar de la dura realidad. Ven, la aventura te espera.
Paula frunció el ceño. Sospechaba que había sido Lucia Alfonso, su mejor amiga y compañera de trabajo, la que había dejado aquel folleto sobre la bandeja en la que se iba acumulando las tareas pendientes. En medio de una aburrida tarde de trabajo en la agencia de viajes, una tarde en la que el calor de agosto de Phoenix parecía retener a todo el mundo en sus casas, era imposible no dejarse arrastrar por aquellas imágenes de aguas azules turquesa, playas de arena blanca y palmeras proyectando su sombra sobre unos elegantes edificios también blancos.
Paula ya había oído hablar de Escapada, por su puesto. Como directora de Sunny Horizons Travel, tenía la obligación de mantenerse al tanto de las últimas novedades de la industria turística, y la noticia de que Pedro Alfonso había abierto un centro de recreo únicamente para adultos había corrido como la pólvora.
Rancho Fantasía evocaba inevitablemente recuerdos que Paula había intentado olvidar, aunque continuaban persiguiéndola por las noches, cuando estaba sola en la cama. Mejor dicho, le hacía recordar a cierto hombre que la perseguía durante aquellas largas noches sin sueño.
Pedro Alfonso. Era el último hombre en el que quería pensar. También era el cuñado de Lucia, y su amiga había empleado las más taimadas tácticas para intentar que Paula y Pedro terminaran juntos.
Paula alzó la mirada del folleto y se fijó en la persona que, estaba segura, lo había dejado en su mesa. Lucia estaba sentada tras su mesa, esforzándose en no parecer culpable, pero cometió el fatal error de mirar hacia la puerta del despacho de Paula y la curiosidad que reflejaba su expresión la delató.
Paula la fulminó con la mirada y le hizo una seña con el dedo para que fuera a su despacho. Lucia se levantó y se dirigió hacia allí como una condenada a muerte. Entró en el despacho, cerró la puerta y miró a Paula acongojada.
—Antes de que digas nada, escúchame.
—Creía que en Hawai habías aprendido la lección.
Paula todavía odiaba pensar en la semana que había pasado varada en el paraíso con Pedro, tras haber sido engañada por una falsa invitación inventada por Lucia para reunirlos.
Por no mencionar la desastrosa subasta de citas con la consiguiente acusación de haber robado un Porsche. Su primer encuentro en el centro turístico que Pedro tenía en Arizona había dejado a Paula deprimida por culpa de un hombre por primera vez en sus treinta años de vida, y no pensaba permitir que eso volviera a ocurrir.
Cuando Paula y Pedro estaban juntos, saltaban chispas, de eso no había ninguna duda. Pero más que apasionadamente incendiarias, eran algo así como chispas de un metal chocando furiosamente contra otro metal.
—Simplemente, he pensado que deberías estar al tanto de todo lo que ofrecen. Por razones puramente profesionales. Supongo que no querrás estar desinformada en el caso de que te pregunte algún cliente, ¿verdad?
—¿Y ésa es la única razón por la que has dejado este folleto encima de mi escritorio?
—Absolutamente —contestó Lucia, pero clavaba la mirada en la ventana.
—Eres una mentirosa.
Lucia intentó parecer ofendida, pero al final sonrió.
—Lo que pasa es que creo que hay algo especial entre vosotros.
—Sí, tan especial como la bomba atómica. No necesito más relaciones explosivas —Paula tiró el folleto a la papelera que tenía al lado del escritorio.
—¿Ni siquiera tienes curiosidad por conocer ese centro? No sé, Escapada, suena escandaloso. Se anuncia como si fuera incluso más salvaje que Rancho Fantasía y, por lo que Pedro dice, es un lugar realmente lujoso.
—¿A qué clase de estúpido se le podría ocurrir construir un nuevo centro turístico en el Caribe?
—Al mismo tipo que convirtió un centro turístico fracasado de Arizona en un éxito.
—En este tema no eres imparcial.
Había que tener en cuenta que Lucia había conocido allí al amor de su vida. Jeronimo Alfonso era el hermano pequeño de Pedro y razón más que suficiente para que Lucia mirara con muy buenos ojos cualquier cosa hecha por su cuñado.
Lucia sonrió.
—Quizá no, pero imagínate todo lo que ofrece: un cálido entorno tropical, todo tipo de comodidades, un ambiente hedonista, una isla privada…
—Te enviaré a todos los clientes que se muestren interesados —dijo Paula en un tono que indicaba que aquél era el último comentario sobre el tema.
—Bueno, de acuerdo. Si es eso lo que quieres…
—¡Claro que sí! —absolutamente.
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