domingo, 3 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 6




Paula se quedó mirando fijamente la puerta que acababan de cerrarle en pleno rostro y recordó que estaba desnuda y con la gabardina abierta. 


Se ató con un gesto brusco el cinturón. Aquel portazo no formaba parte del plan.


Las mejillas le ardían y sabía que si hubiera podido mirarse en un espejo, habría visto la vergüenza y el enfado plasmados en su rostro. 


Podía ser una buena actriz cuando era necesario, pero aquellos dos sentimientos nunca había sido capaz de ocultarlos.


Dio media vuelta y agradeció al cielo que no hubiera nadie por los alrededores. Con unas cuantas respiraciones y algunos metros de distancia de la suite de Pedro, volvió a sentirse relativamente tranquila.


Por supuesto, Pedro no iba a recibirla con los brazos abiertos después de cómo habían quedado las cosas entre ellos en Hawaii. Había sido una estúpida al aparecer allí, desnuda, creyendo que sus senos bastarían para que Pedro olvidara sus diferencias durante unas cuantas horas. Lo cual sólo demostraba los perniciosos efectos del deseo sexual sobre el cerebro.


Pero no podía fracasar en su misión. No, antes de marcharse de Escapada intentaría hacer realidad todas sus fantasías sexuales; fantasías que ningún hombre podría encarnar, y menos aún un obseso del control como Pedro Alfonso.


Sí, estaba segura de que, en cuanto lo tuviera en la cama, la fría realidad pondría fin a sus fantasías.


Paula sonrió para sí mientras regresaba a su dormitorio con intención de diseñar una nueva estrategia. Afortunadamente, había dejado de llover, pero el cielo de la última hora del día estaba oscurecido por nubes de tormenta que parecían a punto de descargar de un momento a otro.


En cualquier caso, Paula no pudo evitar reparar en el gran trabajo que había hecho Pedro en aquel centro turístico. Los jardines estaban exuberantes. Rebosantes de plantas tropicales, flores voluptuosas y caminos serpenteantes que invitaban a pasear. Los edificios, construidos en estuco blanco y con influencias arquitectónicas hispánicas, transmitían una imagen bella y serena. Y en el rápido vistazo que le había echado Paula a su dormitorio al llegar, le había parecido un refugio elegante y bien equipado.


Escapada era un gran centro diseñado para turistas dispuestos a gastar. Paula había llegado con la esperanza de que no le gustara aquel lugar, pero tenía que admitir a su pesar que Pedro era un inteligente hombre de negocios.


Estaba a medio camino de su dormitorio cuando comenzó a llover de nuevo. Por encima de su cabeza, las nubes rodaban a toda velocidad. El viento azotaba su pelo y amenazaba con abrirle la gabardina y revelarle al mundo lo sensual que se sentía. Lejos de dejarse abatir por las inclemencias del tiempo, los huéspedes que hasta entonces había visto por Escapada parecían estar disfrutando.


Ya en su habitación, Paula se quitó la gabardina, se secó el pelo y buscó ropa en la maleta. En su estado de locura sexual, prácticamente sólo había metido lencería en la maleta y no se le había ocurrido llevarse nada para cuando estuviera sola en su habitación.


Pero estar sola en su habitación era lo último que le apetecía hacer en aquel momento, de modo que agarro su fiel vestido negro de tirantes y se lo enfundó sin molestarse en ponerse sujetador. En cuanto estuvo vestida, decidió acercarse a un bar que había visto antes. Una vez allí, pensaría en dónde iba a cenar. Después del rechazo de Pedro, necesitaba un poco de distracción para poder pensar de una forma creativa en la posible solución a su problema.




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