sábado, 9 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 24




Cinco minutos más tarde, estaba en la fría oscuridad del bar, sin que hubiera nadie a la vista. Como la puerta estaba abierta, dio por sentado que habría alguien en la parte de atrás, y se dirigió hacia la cocina.


—¿Puedo ayudarte en algo? —le preguntó una voz masculina desde el interior cuando el sonido de sus pasos resonó en el silencioso interior del edificio.


Paula siguió el sonido de aquella voz y descubrió a Mike D'Amato, el camarero de la noche anterior, revisando lo que parecía un albarán de inventario.


—La verdad es que sí. Nos conocimos ayer en el bar.


Mike le dirigió una mirada entre amistosa y lasciva y sonrió.


—Claro, me acuerdo de ti.


—Quiero que me digas quién era el hombre que empezó a hablar conmigo.


Mike adoptó entonces una expresión neutral.


—Tendrás que ser un poco más específica. Veo cientos de personas cada noche en el bar.


—Era un hombre de más de cincuenta años, con el pelo blanco y los ojos azules. Me llamó Ashley y tú lo corregiste.


—Ah, el señor Casey. Es uno de nuestros clientes más importantes. Tenemos algunos clientes que gastan más dinero que la media en el centro y reciben un trato especial.


—A mí me pareció que os conocíais por alguna otra razón —lo presionó Paula.


Algo asomó a la mirada de Mike. ¿Sospechaba algo? Pero mantuvo la expresión neutral y se encogió de hombros.


—No.


Paula tendría que hacer algo especial si quería que aquel tipo le diera alguna información. Pero algo la inquietaba. Si aquel hombre era uno de los clientes más importantes del centro, ¿sería posible que recibiera, por parte de Pedro, un tratamiento especial que incluyera algún tipo de servicio sexual?


¿Podía confiar en que Pedro le estuviera diciendo la verdad? A lo mejor Pedro había engañado a Lucia y quizá fuera un tipo mucho más sórdido de lo que todo el mundo pensaba.


Al fin y al cabo, la noche anterior se había mostrado más que dispuesto a hacer el amor con ella en la pista de baile de su propia discoteca. No había vacilado un solo instante.


Pero bueno, tampoco ella.


—¿Y quién era Ashley? ¿Su cita de ayer por la noche?


El camarero se encogió de hombros.


—Eso no es asunto mío.


De acuerdo. Tenía que intentar otra forma de aproximarse al problema. Una forma con la que rara vez fracasaba. Sonrió y meció las caderas casi imperceptiblemente, intentando cambiar el lenguaje de su cuerpo.


—Ayer pasó algo gracioso, ¿sabes?


—¿Y qué fue?


—Dejé algo para ti en el bar, pero lo encontró otra persona.


El camarero sonrió, repentinamente interesado, como Paula ya había imaginado que estaría. A diferencia de Pedro, la mayoría de los hombres eran dolorosamente predecibles.


—¿Ah, sí? ¿Y qué era?


—El número de mi habitación. Imagínate la sorpresa que me llevé cuando apareció en mi puerta un tipo de cincuenta años y en pañales.


Mike parpadeó sorprendido.


—¿En pañales? ¿Sin nada más encima?


—Un enorme pañal y una gabardina.


—Estás de broma.


—Jamás bromearía con una cosa así.


—¿Y lo dejaste pasar?


—¿Tengo aspecto de ser una mujer que va buscando a hombres en pañales?


Mike se encogió de hombros.


—Durante el poco tiempo que llevo trabajando aquí, he visto todo tipo de cosas. Nada de lo que pueda hacer la gente me sorprende.


—Pues, definitivamente, yo no soy fetichista.


—Que cada uno haga lo que quiera. Ése es mi lema.


—¿Eso es lo que les dices a las mujeres con las que te acuestas? —le preguntó Paula.


Mike sonrió mientras dejaba un cajón de verdura encima del mostrador.


—Si quieres, puedes averiguarlo por ti misma.


Paula gimió para sí. Iba a necesitar otra ducha después de aquella conversación.


—La oferta es tentadora —dijo.


—Los lunes tengo la noche libre, lo digo por si todavía andas mañana por aquí.


—Todavía no lo he decidido, pero creo que es posible. ¿Quedamos par cenar?


Mike la miró atentamente, como si estuviera intentando decidir si merecía la pena soportarla durante toda una cena. Paula decidió entonces ir directamente al grano.


—Escucha —le dijo—. La verdad es que me gustan las cosas fuertes. Soy una persona con un punto sádico, no sé si sabes lo que quiero decir.


—Como ya te he dicho, que cada uno haga lo que quiera —respondió Mike y se volvió hacia el fregadero para lavar unas zanahorias.


—¿Te gustan las experiencias fuertes?


Mike la miró.


—No me importa ponerme un par de esposas de vez en cuando, pero lo de que me peguen no es mi estilo.


—¿Y conoces a alguien al que le guste?


La expresión de Mike volvió a tornarse neutral. 


Al parecer, no había hecho tan buen trabajo a la hora de ganarse la confianza de aquel camarero como pensaba.


—Te tendré en cuenta si conozco a alguien a quien le gusten ese tipo de cosas.


—Gracias —contestó Paula, avergonzada por no tener agallas para presionarlo más—. Te lo agradecería. Esta noche pasaré por el bar.


—Aquí estaré —respondió el camarero—.Y ahora, si no te importa, tengo que preparar la comida.


Paula salió del bar sintiendo una mezcla de alivio por haber conseguido escapar a aquel falso flirteo con el camarero y desilusión por no haber conseguido la información que buscaba.




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