sábado, 9 de marzo de 2019

AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 22




Lo de la noche anterior había sido realmente increíble. Explosivo, sorprendente, estremecedor… Ni siquiera los adjetivos más sonoros podían expresar hasta qué punto lo había conmovido… Hasta qué punto estaba todavía conmovido. Parte de él quería que Paula se marchara para tener tiempo de analizar cómo se sentía, para poder explicar la emoción que crecía en su pecho.


Y parte de él quería olvidarlo, olvidarla a ella y olvidar lo que había pasado aquella noche. 


Continuar viviendo.


Pero la parte de él más vinculada a su negocio quería seguirla al salón y exigirle que le dijera lo que sabía. Que, probablemente, no era nada que él no pudiera averiguar por sus propios medios. Aun así, un trato era un trato.


Se levantó de la cama, agarró un par de vaqueros del armario y se los puso.


—Paula, no vas a salir de aquí hasta que me digas lo que sabes.


Paula estaba poniéndose ya el vestido.


—Muy bien. A lo mejor podría llamar también a algunas revistas de viajes para explicar lo que está pasando aquí.


Era un farol. O, por lo menos, eso esperaba Pedro.


—Adelante, así me ayudarán a acabar con todo esto antes de que haya tenido tiempo realmente de empezar.


Paula se calzó unas sandalias de tacón considerablemente sexys y Pedro se descubrió a sí mismo momentáneamente distraído al verla colocarse las tiras de las sandalias sobre el tobillo. Obligó a su cerebro a ponerse de nuevo en funcionamiento.


—Muy bien, ¿quieres saber todo lo demás? Ese camarero rubio y musculoso que tienes en el club Cabaña está metido en todo el lío. Y eso es todo lo que sé —se volvió y se dirigió hacia la puerta.


¿Mike D'Amato? Pedro intentó analizar aquella posibilidad. Con el tiempo, había aprendido que era posible cualquier cosa y que incluso las personas que consideraba de más confianza podían llegar a convertirse en serpientes venenosas.


—Paula, espera.


—Adiós, Pedro. Encantada de conocerte —se despidió. Abrió la puerta y salió al pasillo—. Esta noche me he divertido mucho —dijo en un tono, con el que parecía querer convencerlo de que no había sido nada del otro mundo.


Pedro la observó cerrar la puerta sin ser capaz de decir una sola palabra, sin ser capaz de moverse siquiera. No sabía por qué, pero se había quedado petrificado. De una cosa estaba seguro, lo mejor que podía ocurrirle era que Paula se fuera.


Realmente, era lo mejor.


De modo que no podía entender por qué aquel portazo le había dolido tanto como un puñetazo en el estómago.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario