sábado, 9 de marzo de 2019
AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 23
Paula abrió el grifo de la ducha y comenzó a desnudarse mientras pensaba y repasaba los acontecimientos de la noche y de la mañana que la había seguido.
¿Qué demonios estaba haciendo? Estaba allí, en el centro turístico que Pedro tenía en el Caribe, pasando la que, posiblemente había sido la mejor noche de sexo de su vida con un hombre que la volvía absolutamente loca.
Y lo peor de todo era que su plan había resultado un absoluto y completo fracaso.
No había conseguido sacar a Pedro de su cabeza. Pedro no era ni siquiera ligeramente aburrido en la cama y ella tenía que reajustar toda la imagen que se había hecho de él como hombre.
Por supuesto, continuaba siendo un canalla de talla mundial, pero un canalla que sabía cómo moverse en el dormitorio.
Todas sus fantasías sobre Pedro habían resultado ser sorprendentemente precisas. Incluso podía decir que se había quedado corta al imaginar lo maravilloso que podía llegar a ser en la cama. Y no tenía la menor idea de qué hacer con él.
Pero de una cosa estaba segura, si se iba de la isla en aquel momento, jamás se libraría de sus fantasías. Probablemente sólo conseguiría que empeoraran, alimentadas por los recuerdos de la única noche que habían pasado juntos.
Oh, sí, estaba loca por Pedro y, en vez de marcharse en el primer avión que saliera de la isla, tal como había planeado, lo que realmente necesitaba hacer, temía, era quedarse el tiempo suficiente para encontrar la manera de curarse definitivamente de él. Pero sabía que sería muy fácil caer víctima de sus encantos.
Salir de su habitación aquella mañana sólo había sido una forma muy poco madura de poner distancia entre ellos para poder pensar con claridad y, seguramente, de esa forma había conseguido cerrar cualquier posibilidad de que Pedro la ayudara a librarse de sus fantasías.
Paula se metió en la ducha, hizo un gesto de impresión al sentir el agua caliente y después se relajó. Sentía los músculos doloridos tras una larga noche de sexo, convirtiéndose su propio cuerpo en un recuerdo de la marca que Pedro había dejado en ella.
Piensa, Paula, piensa.
Tenía que pensar claramente la situación. No podía precipitarse a llevar adelante planes a medio hacer para terminar encontrándose en una situación peor de la que antes estaba.
Paula siempre había tenido las mejores ideas en la ducha, pero mientras se lavaba el pelo, se dio cuenta de que aquella ducha sólo le estaba sirviendo para recordar la ducha que se había dado con Pedro durante la tercera ronda de sexo, cómo la había cubierto Pedro de espuma y lo mucho que lo que habían compartido en la ducha se había parecido a la fantasía en la que se imaginaba haciendo el amor con Pedro bajo una lluvia tropical.
Diez minutos después, estaba envolviéndose en una toalla y no más cerca que antes de una revelación que le indicara cómo tratar con Pedro. Peor aún, tenía los nervios en tensión y todo el cuerpo anhelando de nuevo su contacto.
De pronto, se sentía insaciable. Ni siquiera después del maratón de la noche anterior parecía tener bastante.
¿Cuánto de Pedro podía llegar a ser suficiente?
Jamás había deseado a un hombre como lo deseaba a él; aquél era un territorio inexplorado.
Y de pronto, vio la estrategia ante ella. La vio con la misma claridad del día. Tenía que quedarse en Escapada hasta que se hubiera hartado de Pedro. Tenía que convencerlo de que se acostara con ella una y otra vez, hasta que se saciara.
Era evidente que Pedro había disfrutado aquella noche tanto como ella, si no más, de modo que convencerlo no tendría por qué ser un problema.
Excepto por la forma en la que se habían despedido aquella mañana…
Pero Paula tenía que convencerlo, no sólo de que debía quedarse, sino de que tenían que terminar lo que habían empezado la noche anterior.
Definitivamente, era un desafío.
Paula se puso el más convincente de sus trajes, se secó el pelo hasta convertirlo en el habitual revoltijo de rizos. Un ligero toque de lápiz de labios seguido por lago de maquillaje y ya tenía algo más de confianza sobre sus posibilidades en el caso Pedro.
Y de una cosa estaba segura. Pedro tenía que haber sentido la fuerte atracción que había entre ellos tanto como ella. Y si alguien quería continuar su relación durante algún tiempo, tenía que ser él.
Después de servirse un croissant y un café en uno de los bufes del centro, Paula siguió la ya familiar ruta hasta la habitación de Pedro. Pero después de llamar dos veces a su puerta sin ningún resultado, decidió que Pedro ya habría salido a trabajar. O bien estaba evitándola, que era algo perfectamente posible.
La duda la corroía e intentó pensar adonde podría haber ido Pedro en un lóbrego y tempestuoso domingo. El centro de la tormenta parecía haberse desplazado, pero la isla se había visto seriamente afectada por la tormenta durante la noche, aunque Pedro y ella apenas lo hubieran notado. Algunas palmeras habían perdido las hojas y el cielo estaba tan oscuro que podía ponerse a llover en cualquier momento. Paula sintió el azote del viento en cuanto salió, pero no le importó, lo agradeció incluso. Adoraba el olor del mar que impregnaba el aire y el ruido de las palmeras susurrando sobre su cabeza.
¿Pero dónde estaba Pedro? Parecía el típico adicto al trabajo que podría estar perfectamente en su despacho un domingo por la mañana, así que se dirigió hacia las oficinas de Escapada, que estaban situadas justo al lado de la entrada principal del centro.
Pero cuanto más avanzaba, más convencida estaba de que necesitaría negociar para conseguir lo que quería de Pedro: acceso ilimitado a su cama durante toda una semana, pero temía que no iba a ser fácil después de cómo se había comportado aquella mañana.
Pero ¿y si podía serle de alguna manera útil a Pedro, tanto fuera como dentro de la cama? ¿Y si podía ayudarlo?
Paula se detuvo sobre sus pasos.
Seguramente el club Cabaña no abriría hasta las doce de la mañana, pero quizá pudiera encontrar allí al camarero de la noche anterior, preparando el local para la tarde. Decidió echar un vistazo y fue directamente al bar.
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