sábado, 20 de octubre de 2018

SUGERENTE: CAPITULO 53



Apenas tuvo valor para llamar a su puerta. 


Cuando abrió, no dijo nada; simplemente, retrocedió y la dejó entrar.


Pasó ante él y subió las escaleras. Lo oyó seguirla.


—¿Qué crees que estás haciendo?


Siguió hasta su habitación y de ahí pasó al cuarto de baño. Recogió el cepillo de dientes que él le había comprado.


—Quiero mi cepillo de dientes.


Él tenía un aspecto tan abandonado, que se vio obligada a bajar la vista. Fue hasta la ventana.


—Después de recibir una muestra de lo que es vivir bajo los focos, estoy más decidido que nunca. No puedo vivir en un escaparate —se situó al lado de ella.


—Lo sé, pero yo tengo que ir. A ti te gusta este mundo en el que vives. Lo comprendo. Pero hay un mundo ahí afuera, Pedro. Si no abrazas la vida, no puedes experimentarla.


No la miró, y continuó con la vista clavada en el cristal.


—¿Cuándo te vas?


—Ahora —había sido un sueño imposible pensar que podrían mantener una relación a través de la distancia—. Me alegro mucho de haber vuelto y llegar a conocerte otra vez. No sé qué decir, salvo que has sido el mejor amigo que he tenido jamás. Lamento haberte decepcionado. Realmente espero que no afecte tu trabajo. Sé lo mucho que querías esa cátedra.


Al no obtener respuesta, se secó las lágrimas de los ojos.


—Escucha —añadió—, tu negocio está en buenas manos. Naomi será una magnífica presidenta ejecutiva. Gracias por estar ahí cuando te necesité.


Él asintió.


—Naomi lo hará muy bien. Cuídate. Adiós, Paula.


Pedro miró por la ventana largo rato después de que ella se marchara. No se había reservado nada y lo que le había dado había sido real… su pasión, su necesidad. Lo amaba, pero su necesidad de tener éxito era más poderosa.


Apretó la mandíbula por la presión que sentía en el pecho. Cerró los ojos y se dio cuenta de que acababa de dejar salir de su vida lo mejor que había tenido. Pero ¿cómo habría podido detenerla? Estaba decidida a tener éxito. La amaba y había tenido que dejarla ir. Esa clase de vida no era para él.


Se volvió para mirar el cuadro envuelto en papel marrón que le había llegado ese día. Nada más acabarlo, le había comprado el desnudo de Paula a Sheila Bowden. Lo único que tendría de ella era un símil en una pared.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario