sábado, 8 de septiembre de 2018
PERSUASIÓN : CAPITULO 33
Con gran sorpresa de su parte, Paula durmió bien esa noche. Había temido que con la larga siesta que hizo y los turbadores acontecimientos de la tarde, el sueño demorara en llegar. Pero las cosas resultaron diferentes. A la mañana siguiente despertó, totalmente descansada, y hasta el saludo matutino de Pedro combinado con la noticia de que pronto partirían hacia la casa de su hermana, no logró desanimarla. No sabía por qué tan de repente se sentía optimista.
Hacía años que no se sentía así, tan despreocupada, pero era así como se sentía. Y no iba a luchar contra ello, no. Era joven, estaba viva y este era un nuevo día; Cuando Pedro apareció con un extraño automóvil, salido aparentemente de ninguna parte, y la hizo subir a ella y a Príncipe, Paula no pudo dejar de hacer una observación:
—Que nunca se diga que eres un hombre aburrido. ¿Dónde tenías escondido esto...? ¿En la manga?
Pedro soltó una corta carcajada y la miró después de haber puesto el automóvil en primera velocidad.
—No, nada tan exótico —dijo—. En un garaje.
Ella lo miró sin comprender.
—Está por allá, fuera de la vista. —Señaló vagamente con la mano derecha.— Uno de los pecadillos de papá era que no quería tener nada que le recordase el mundo exterior... nada de automóviles a la vista, teléfonos, televisión. Para él, eran destructores de la mente que privaban al hombre de una imagen de sí mismo. Toleraba el aire acondicionado, el agua corriente en que insistió mi madre. La electricidad... bueno, tan fanático no era. Pero en todos los otros sentidos quería una vida más sencilla. Y yo no puedo decir que estuviera en desacuerdo con él entonces... y ahora.
Paula se relajó, pensativa, en su asiento. No, ella tampoco hubiera podido decir que no estaba de acuerdo. Por alguna razón, de lo que había llegado a conocer y apreciar, esa ideología no era sacrílega en lo más mínimo. En realidad, lo cierto era lo opuesto. El no tener teléfono fue un inconveniente al principio, cuando ella quería denunciar a Pedro a la policía. Y la ausencia de televisión era una adaptación que había que hacer, por más que ella no miraba mucha televisión cuando estaba sola en su casa. En realidad, no echaba de menos lo que había llegado a convertirse en una necesidad en la vida de la mayoría de las personas.
La atmósfera dentro del automóvil era agradable mientras viajaban a la ciudad. Príncipe, ocupando la mayor parte del asiento trasero, por fin dejó de excitarse con cada auto que se cruzaban en la carretera y el estado de ánimo de Pedro parecía armonizar con el alegre humor de Paula.
Paula no se permitía pensar demasiado profundamente. Si lo hacía podría sorprenderse de su actitud cambiada, de su curiosa excitación y entusiasmo por acompañar a Pedro a una reunión familiar, y de haber borrado de su mente sus protestas cuando Pedro le dijo a la hermana que estaban comprometidos. Si se permitían un cuestionamiento de esas ideas terminaría confundida y deprimida. Y ella no quería nada de eso. Algo le había sucedido ayer, posiblemente había estado incubándose en ella durante días. Todavía no sabía cómo llamarlo, pero ella era feliz. Por primera vez en mucho tiempo, era verdaderamente feliz. No era que ella simplemente se dijera que era feliz. Y no quería perder esa felicidad.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario