sábado, 4 de agosto de 2018
¿PRÍNCIPE AZUL? : CAPITULO 27
Al otro lado de la mesa de su habitación, Pedro miraba fijamente a Paula.
—¡No puedo creer que le hayas dicho que su felicidad es mucho más importante que tu especial de San Valentín!
—¡Pues sí, porque es verdad! —exclamó, levantando la barbilla con expresión desafiante.
—¡Claro que es verdad! —suspiró Pedro—. Lo que pasa es que me cuesta creer que se lo hayas dicho tú.
—¿Por qué? ¿Es que piensas...? —Paula se interrumpió, sacudiendo la cabeza— ¿Creías que estaba tan entusiasmada por la petición de Philip que le diría a Susie que se tragara sus reservas acerca de él? Eso me duele, Pedro.
—No, no quería decir eso —replicó, pero ¿acaso no se le había pasado por la cabeza esa posibilidad?
Paula había insistido una y otra vez en sacar imágenes del campo de los pensamientos, e incluso él había tenido que reconocer, cuando los vieron de cerca, que la vista de tantos centenares de flores blancas y violetas había sido muy impresionante.
Pero Pedro se había sentido inesperadamente descontento, como resentido. Paula se había quedado terriblemente impresionada ante un campo de flores y un viaje en globo aerostático.
¿Y qué le había parecido lo del tipo que se había puesto una armadura de lata y alquilado un caballo? Una maravilla. Y más maravilloso todavía lo del desfile circense.
Aficionados. Aquellos tipos eran todos unos aficionados. Ahora bien, si el propio Pedro estuviera planeando una importante petición de matrimonio, el mundo entero se quedaría de piedra; de eso estaba seguro. Su declaración de amor por Paula se convertiría en una leyenda, en un mito. Paula estaría relatándola durante el resto de su vida.
Sus hijos crecerían escuchándola. Y sus nietos también...
Paula. ¿Acaso estaba pensando en declararse a Paula? El corazón empezó a latirle a toda velocidad. Aquella mujer parecía habérsele metido debajo de la piel; ahora estaba pensando en un futuro con ella. No podía imaginarse un futuro sin ella.
Pero, ¿qué sucedía con el futuro que les esperaba tanto a Paula como a Georgina? Paula pertenecía justamente al tipo de romántica que desaprovecharía la oportunidad de trabajar en las grandes cadenas de televisión con tal de quedarse en Houston y permanecer cerca de él.
Y Pedro no podía permitir que hiciera tamaño sacrificio. Tenía que demostrar un mínimo de nobleza.
Buscando una manera de distender el ambiente, tomó un bolígrafo y dibujó una estrella en un papel, que le entregó.
—¿Qué es esto?
—Una estrella dorada. Estoy intentando decirte que me siento muy orgulloso de ti, Paula. Algo resentido financieramente, pero orgulloso.
Ella lo miró por un momento, y después sonrió.
—Oh, tú tampoco lo estás haciendo nada mal. Mira: volveremos a Roperville y grabaremos los veleros. El equipo podrá disfrutar de algún tiempo libre una vez que regresemos a Houston, así que eso nos ahorrará el hotel y los gastos de viaje. Incluso puedo recuperar algunas imágenes de los globos para otro show. Cambiaré la voz en off y nadie sabrá que fueron originalmente tomadas para el especial de San Valentín.
—Eres increíble —le comentó Pedro con tono suave.
—Eso ya me lo habían dicho —sonriendo, Paula se inclinó hacia adelante apoyando la barbilla en una mano—. Pero no tan a menudo.
—Quizá pueda hacer algo acerca de eso —repuso él, disponiéndose a besarla. La nobleza, pensó, era una virtud demasiado sobrevalorada.
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