sábado, 4 de agosto de 2018

¿PRÍNCIPE AZUL? : CAPITULO 26




Para cuando volvieron al motel Paula estaba exhausta, pero a la vez eufórica. Los tres miembros del equipo salieron a cenar y a conocer la vida nocturna de Odessa, mientras que Paula se moría de ganas de pasar algún tiempo a solas con Pedro.


Pedro. Suspirando, Paula giró en redondo y se dejó caer en la cama. Pedro. Se abrazó a la almohada, apretándola contra su pecho. Apenas podía esperar a verlo, a hablar con él.


De pronto sonó el teléfono y pensó que Pedro tampoco podía esperar. Sonriéndose, se estiró sobre la cama y respondió con un sensual «¿diga?».


—¿Señorita Chaves? —preguntó con tono incierto una voz que no era la de Pedro.


—¿Sí?


—Soy Susie Vancamp. Yo... tengo que hablar con usted...


—¡Susie! —Paula se incorporó bruscamente—. ¿Qué sucede?


—No puedo... ¡no sé qué hacer! —gimió.


Paula procuró tranquilizarla y concertó una cita con ella en una cafetería cercana. Luego llamó a Pedro.


—Paula —pronunció con una voz que parecía una tierna caricia.


Desgraciadamente, Paula no tenía tiempo para disfrutarla.


—Podríamos tener un problema. Susie acaba de llamarme y está muy disgustada.


—¿Disgustada por haber salido en el programa o por casarse con Philip?


—No lo sé —cerró los ojos—. Voy a verme con ella dentro de media hora. Ya te informaré de lo que vaya sucediendo.


—¿Quieres que te acompañe?


—No —pero Paula se alegraba de que se lo hubiera ofrecido—. Creo que será mejor que hablemos con ella de uno en uno...


Cuando Paula entró en la cafetería diez minutos antes de lo previsto, Susie ya la estaba esperando.


—¿Te gustaría tomar algo? —le preguntó mientras se sentaba, tuteándola..


—No —respondió Susie, pero luego cambió de idea—. Sí, un té con hielo, por favor —le pidió a la camarera.


Paulaa pidió lo mismo, aunque tenía la sensación de que le habría gustado algo más fuerte.


—Parecías muy alterada cuando me llamaste —empezó a decir.


—El día entero ha sido... —gesticuló, quedándose sin palabras.


—¿Maravilloso? —sugirió Paula, sonriendo esperanzada.


—Asombroso. No sabía que Philip se me iba a declarar.


—Bueno... a nuestros espectadores les encantan las peticiones de matrimonio por sorpresa.


—Pues a mí no. Hasta ahora, Philip y yo jamás habíamos hablado de matrimonio. Durante algún tiempo he sido consciente de que sus sentimientos por mí eran más fuertes que lo que yo sentía por él —se movió incómoda, esperando a que le sirvieran el té antes de continuar—: El caso es que no sé lo que siento realmente por Philip. El matrimonio es un paso importante, y Philip no es el tipo de marido que había imaginado para mí.


—A veces el amor te da sorpresas... —comentó Paula con tono suave, pensando en Pedro.


—No estoy segura de amarlo. Ése es el problema.


—Vi tu cara cuando aceptaste casarte con Philip... acuérdate de que estuve grabando toda la escena. Yo creo que lo amas —Paula no quería entrar en su teoría de la carne de gallina.


—También viste su cara. Tenía la expresión de un niño lloroso —Susie dejó con fuerza la taza sobre la mesa—. Detesto que me manipulen, y eso es lo que ha hecho él. ¿Cómo se suponía que iba a decirle que no, o incluso a pedirle un plazo de tiempo para que me lo pensara? 
¡Estábamos allí, tú también estabas allí, y esa manera que tenía de mirarme, entre esperanzada y patética...! —esbozó una mueca y apoyó la cabeza entre las manos—. Si le hubiera dicho que no, habría sido capaz de lanzarse al vacío desde el globo.


Mientras la miraba fijamente, Paula rememoraba aquellos instantes en el globo.


—No creo que fuera esa la única razón por la que aceptaste —deliberadamente dirigió la mirada al dedo anular de su mano izquierda, donde brillaba su anillo de compromiso.


Susie lo advirtió y, de manera inconsciente, se cubrió el anillo con la otra mano.


—Bueno, es un hombre tierno y me gusta, pero...


—Te sientes presionada por la situación.


—Sí. El caso es que no estoy segura, y sintiendo lo que siento, no debería haber firmado ese documento de compromiso para tu programa. Si le devolviera este anillo a Philip y luego todo el mundo se enterara de lo sucedido, sería horrible...


«Pues entonces no le devuelvas el anillo a Philip», replicó Paula mentalmente.


—Por favor... no incluyas la petición de Philip en vuestro show. Él nunca debió... —se le llenaron los ojos de lágrimas—. ¡Él sabe que odio el nombre de Sue! — exclamó.


A Paula se le encogió el corazón. Satisfaría, por supuesto la súplica de Susie, pero no quería que la joven tomara decisiones apresuradas. Se disponía a decirle eso mismo cuando Susie empezó a hablar. Rápidamente resultó obvio que necesitaba hablar con alguien.


—Tienes que entender que Philip jamás planea nada detenidamente. Quiere agradarme, pero nunca lo consigue. Fíjate en los pensamientos —su expresión se suavizó—. Sabía que sobrevivirían al tiempo frío, y por eso los escogió. Pero se le acabaron.


—Pero sabes que estuvo pensando en ti durante todo el tiempo que estuvo plantándolos —le señaló Paula, enternecida ante la expresión de Susie. Sabía bien cómo se sentía. Susie se había enamorado de un hombre del que nunca había esperado enamorarse, y no estaba preparada para renunciar al modelo ideal que la había acompañado desde su infancia.


De hecho, Paula sabía exactamente cómo se sentía Susie porque ella sentía lo mismo. Desde el principio había pensado que Pedro se parecía más a su padrastro, un miserable avaro y autoritario. Pero Pedro había resultado ser una persona muy distinta... y lo amaba por ello.


—Sé que Philip se ha tomado muchas molestias —suspiró Susie—. Pero...


—No quiero que te sientas obligada de ninguna manera por Hartson Flowers —Paula le tomó una mano—. Esta es una decisión que te afectará durante el resto de tu vida. Tómate todo el tiempo que quieras —sacó de su bolso una tarjeta de presentación y le apuntó el número de Georgina en el reverso—. El viernes estaremos en la fase de montaje. Si decides permitirnos incluir tu propuesta, entonces llama a este número y Georgina nos localizará. Mientras tanto, necesitaremos una tercera petición, así que intentaremos grabarla.


—Siento haberte causado tantos problemas....


—No te disculpes —Paula apuró su té helado—. Tu felicidad es mucho más importante que un programa de televisión.



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