sábado, 7 de julio de 2018

LA TENTACION: CAPITULO FINAL




Paula nunca había visto a Susana comportarse de manera tan extraña. Acababa de llegar a la oficina después de asistir a la sentencia de Roxana y su ayudante no hacía más que intentar echarla de nuevo.


Susana se quedó en el quicio de la puerta de Paula, negándose a irse.


—Ha sido un día muy estresante para ti. Creo que deberías irte a casa y relajarte.


—Tengo trabajo que hacer —respondió Paula.


—Pues llévatelo a casa y hazlo en la piscina. Tienes una maravillosa casa nueva y ni siquiera te has tomado tiempo para deshacer las maletas —Susana se acercó al escritorio de Paula y puso sus manos en él. Su gesto amenazador habría funcionado un poco mejor si no estuviera sonriendo—. Déjame que te lo repita: tienes que irte a casa.


—Y tú tienes que mirarte la presión arterial o algo así. Normalmente no sueles comportarte de esta forma —Paula empezó a meter papeles en su maletín—. No sé lo que te ocurre, pero me iré a casa para tener algo de paz.


Susana se rió.


—Sabía que lo verías como yo.


Mientras conducía hacia su casa, Paula pensó en lo que había sido su vida aquellos últimos meses. Había sido lo suficientemente inteligente para saber que no podría sobrevivir ella sola durante aquellos meses, así que había recurrido a su padre y había solucionado los acuerdos financieros para conseguir las inversiones de Empresas Chaves. Ahora ella era la rama del sur de Empresas Chaves, y mientras las cifras fueran bien, su vida iría bien.


Se sentía bien al estar de nuevo en la familia... mucho mejor de lo que habría pensado. Había invitado a Esteban y a Alejandra a visitarla durante las vacaciones de invierno y ellos había aceptado. Paula estaba realmente emocionada con la visita.


Paula aparcó el coche frente a la casa que había comprado. Rose Cottage era una casa de los años veinte que formaba parte de una pequeña comunidad vallada. Se había enamorado de ella a primera vista, y ella sospechaba que era porque Rose Cottage era la versión de Dollhouse Cottage al estilo de Florida.


En cuanto salió del coche fue asaltada por la música. Ascendía a muchos decibelios por encima de lo permitido en la comunidad y procedía de su casa. No era hip-hop, techno ni música country, sino rock puro y duro, el tipo de música que le encantaba a una sola persona, que ella conociera: Pedro.


Agarró su maletín y se dirigió a la puerta principal, donde encontró una nota pegada: Bienvenida a casa. Entra.


Pegada al espejo de la entrada había otra nota: Mira hacia abajo. Sobre la pequeña mesita que había bajo el espejo encontró un regalo. Ábreme, ponía en él.


A Paula le temblaron las manos mientras desenvolvía el regalo. Finalmente consiguió apartar el papel de flores y en su interior encontró una caja de terciopelo rojo. Al abrirla vio que en su interior estaba el collar de la madre de Pedro. Sobre él había otra nota: Esto ha estado esperándote.


Paula tomó el collar cuidadosamente. Le llevó varios intentos abrochárselo, pero finalmente pudo ponérselo. Lo acarició con suavidad y mentalmente hizo una promesa a la madre de Pedro: haría todo lo posible por cuidar de la joya y de Pedro.


—¿Pedro? —lo llamó, y entonces se dio cuenta de que en el interior de la casa la música no se escuchaba tan alta como en el exterior.


Corrió a la puerta que daba a la piscina, abrumada por el amor, el alivio y los nervios.


Vestido únicamente con un bañador de color negro, Pedro estaba echado en una tumbona junto a la piscina, con gafas de sol y rodeado de libros y papeles. Lo primero que Paula hizo fue dirigirse hacia el radiocasete que él había dejado junto a la puerta trasera. Cuando ella bajó el volumen, Pedro se quitó las gafas de sol.


Mientras Paula se acercaba, lo que vio en sus ojos le dio valor para calmarse. En ellos Paula vio duda, preocupación y disculpas. Pero sobre todo vio amor.


—Hola —dijo él, apartando el cuaderno que había estado ojeando—. Has llegado pronto. Susana me dijo que normalmente vuelves a casa a las seis.


Así que aquélla era la razón del extraño comportamiento de Susana... No sólo sabía que Pedro la estaría esperando, sino que le había facilitado la entrada a su casa.


Cuando ella se acercó lo suficiente, Pedro la agarró e hizo que se tumbara sobre él. Pedro olía a sol y a piel salada, y Paula no pudo evitar besarlo. Y cuando sus bocas se tocaron, el control que ambos habían estado manteniendo se desvaneció. Detrás del beso llegó una docena más, y aún no fue suficiente. 


Pedro le susurraba al oído palabras de desesperación, sobre cuánto la había echado de menos. Y después le dijo las palabras que ella deseaba escuchar:
—Te quiero.


Paula contuvo la respiración, esperando escuchar el «pero». Y cuando no lo oyó, sintió una inmensa alegría en su interior.


—Yo también te quiero. Te he querido desde... bueno, desde que he aprendido a querer.


Después de darle otro beso Pedro se incorporó de manera que quedaron mirándose, frente a frente, abrazados en la tumbona. Le apartó un mechón de pelo de la frente.


—Cuando dejé de comportarme como un animal herido, me puse a pensar en lo que había ocurrido estos meses —dijo él—. Tal y como yo lo veo, el problema ha sido una gran cantidad de orgullo. Tú querías demostrar que podías valerte por ti misma y yo quería demostrar que podía controlar a la mujer que me ha estado robando el corazón desde que era un adolescente.


—Pero...


El le hizo callar con un beso.


—Ahora sé que los dos hemos cambiado. Me lo demostraste cuando te llevé al aeropuerto en junio. Intentaste dejarme entrar en ti, pero yo estaba demasiado dolido y era demasiado orgulloso como para comprender lo que estabas haciendo. Pero he dejado mi ego a un lado, Paula, y me gustaría quedarme contigo si me aceptas. Tengo intención de presentarme al examen final de febrero en Florida, y después buscaré trabajo. Me gustaría ser fiscal federal pero, hasta que lo consiga, trabajaré de lo que sea. ¿Crees que encajaré en tu vida aquí?


Ella sonrió y miró a su pequeña casa.


—Te diré como vamos a encajar —lo besó una vez—. Muy juntos... y perfectamente. ..



Fin





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