sábado, 21 de julio de 2018

CONVIVENCIA: CAPITULO 21



Paula no les había dicho a sus abuelos su cambio de trabajo. ¡Dios santo! ¿En qué estaba pensando? No era un cambio de trabajo, solo una ocupación temporal hasta que pudiera regresar a su verdadero trabajo. Mientras tanto, seguía enviándoles su cheque mensual, así que no tenían motivo para preocuparse por ella.


La pequeña mentira no resultó difícil de ocultar. 


Sus abuelos nunca habían ido con mucha frecuencia a San Francisco, y ya no lo hacían desde que el abuelo había dejado de conducir. 


Además, como ella iba todas las semanas a verlos, no sentían deseo de ir a visitarla a ella.


Sin embargo, su cambio de residencia suponía un problema de comunicación. Quería que ellos siempre pudieran localizarla, pero no quería que contestaran el teléfono uno de los niños o él, ya que aquello provocaría la curiosidad y resultaría difícil de explicar. Había resuelto aquel problema diciéndoles a sus abuelos que había cortado el teléfono para reducir gastos y que solo utilizaba su teléfono móvil.


Aquello funcionaba perfectamente, ya que siempre llevaba el teléfono consigo, impidiendo que cayera en manos de los niños. No le preocupaba la curiosidad de su jefe. Su vida privada no era asunto de él.


También hacía que sus llamadas laborales pasaran por el teléfono móvil. Por eso, cuando sonó a las cinco de la mañana, se sintió más emocionada que alarmada. Era algo temprano, incluso para ser una llamada de otro estado más al este, pero podría ser una oferta de trabajo.


Sin embargo, era su abuela y sonaba algo nerviosa.


—Paula, estoy muy preocupada. Julio ha desaparecido. Me he despertado y…


—¿El abuelo? ¿Desaparecido? ¿Cómo? ¿Qué ha ocurrido? —preguntó. Mientras escuchaba, el pánico fue apoderándose de ella. Lo que le contaba su abuela eran solo retazos—. Tiene que haber alguna explicación. Tal vez se haya ido… —añadió, pero, ¿a aquella hora y sin decírselo a nadie?


—Tengo miedo, Paula. Como ya te he dicho, se despista mucho… como que no está seguro de dónde está y yo…


—Oh, abuela, no está… Está bien, seguro. Deja de preocuparte. Voy enseguida. Llegaré tan pronto como pueda.


A pesar de todo, no podía dejar de escuchar las palabras de su abuela. «Se despista mucho». 


Se imaginaba a su abuelo, amable, divertido, afectuoso… Siempre había sido un firme apoyo para ella desde que le alcanzaba la memoria.


El miedo empezó a apoderarse de ella.



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