sábado, 21 de julio de 2018

CONVIVENCIA: CAPITULO 20




—Sabe tan bien como huele —dijo él, cuando saboreó las sencillas judías verdes, carne y puré de patatas que había preparado.


—Gracias —respondió Paula, encantada—. Siempre… —añadió. Había estado a punto de decir que siempre ayudaba a su abuela, que era una gran cocinera—. Me gusta cocinar.


—Se nota. Esto mejora las comidas de Carter’s Catering…


—La abuela hace unas galletas riquísimas —dijo Sol—. Nos dio unas cuantas para que las comiéramos en el tren.


—Eso fue muy amable de su parte —comentó Pedro—. Me han dicho que les llevaste a montar en tren.


—Sí —respondió ella, sabiendo que los niños se lo habrían comentado, pero no había querido perderse su visita semanal—. Espero que no te importe.


—Claro que no. Como dice Sol, ha sido una gran aventura para ellos. Según creo, has ido a visitar a tus abuelos.


Paula asintió.


—La abuela es muy agradable —dijo Sol—. Me dejó que me pusiera sus zapatos de tacón alto y algo de perfume.


—El abuelo me enseñó a jugar a las cartas y a ganar —añadió Octavio.


—Y tenían una casa bonita, ¿no? —Preguntó él, sin dejar de mirar a Paula—. ¿Eres de Sacramento? —añadió. Paula volvió a asentir—. ¿Has vivido siempre allí?


—Hasta que me mudé aquí —dijo ella, sin mencionar la universidad—. ¡Ten cuidado, Octavio!


Había sido demasiado tarde. Paula se levantó para limpiar el zumo que el niño había vertido, aliviada por el respiro que aquel incidente le había dado. También se alegró de que la continua conversación de los niños impidiera más preguntas.


Entonces, el teléfono móvil de Pedro, que siempre llevaba consigo, empezó a sonar.


—Alfonso—dijo él—. ¡Hola! Sí, he llegado hace unos minutos. Lo siento, tenía mucha prisa. ¿De verdad? —añadió, mirando a Sol. Entonces, frunció el ceño—. Mira, te llamo ahora mismo. Yo… ¿cómo?


Entonces se puso de pie y señaló el pastel de manzana, indicándole a Paula que lo tomaría más tarde.


—Yo me he tomado la cena —dijo Octavio.


—Yo también. ¿Puedo tomar helado con mi pastel?


Paula asintió, llevándose un dedo a la boca para que guardaran silencio. Pero Pedro se disponía a salir de la cocina.


—Escucha, Catalina, no quiero precipitarme.


No era una llamada de negocios. Era una mujer llamada Catalina. A Paula le tembló ligeramente la boca, pero trató de contenerse. No le importaba quién fuera.


Después, se puso a limpiar la cocina y se llevó a los niños a dar un paseo por el parque. Tras darles su baño y contarles una historia en la cama, se retiró a su habitación con un libro. Era casi medianoche cuando se quedó dormida, pero los gritos de Octavio la despertaron.


—¡No! ¡Vete!


Otra pesadilla. Salió rápidamente de la cama y corrió por el pasillo. Fue a chocarse con Pedro. Si él no la hubiera agarrado, se hubiera caído al suelo.


—Es Octavio —susurró.


—Lo sé, lo he oído. ¿Te encuentras bien?


Ella asintió, pero él la mantuvo abrazada mientras, juntos, se dirigían a ver al niño.


Durante un momento, fue todo confusión. Sol y su osito estaban en medio mientras la niña trataba de explicar.


—Algo lo ha asustado, pero no puedo despertarlo.


Paula trató de tomarle en brazos, pero Pedro ya lo había hecho.


—Calla, pequeñín. No pasa nada. Nada te va a molestar.


—Él… él va a atraparme —susurró el niño, entre sollozos.


—No. Solo ha sido un mal sueño —respondió Pedro, con voz tranquila y reconfortante—. Nadie se va a llevar a mi chico. Me lo llevaré a mi cuarto —añadió, refiriéndose a Paula—. Vete a la cama.


Más tarde, ya tumbada en la cama con Sol y el osito a su lado, Paula pensó lo cariñoso que había sido con el niño. Le había llamado «mi chico». «Tal vez sí se preocupa por ellos».


Sin embargo, lo último que pensó antes de quedarse dormida fue en aquel breve momento en el pasillo, cuando él la tomó entre sus brazos, tan gentil y a la vez tan fuerte… un lugar seguro y feliz en el que estar. Ya había experimentado aquella sensación antes, en un ascensor.


Pedro también estaba pensando en aquel momento. Las suaves y femeninas curvas parecían haberse deshecho contra él. Y aquel olor a champú en el pelo…


Octavio se movió inquieto. Pedro lo miró. 


Respiraba profundamente, por lo que se soltó un poco, se apartó y tapó al pequeño.


Entonces, se tumbó de espaldas, con los brazos detrás de la cabeza, preguntándose por Paula.


Paula Chaves, había algo sobre ella… ¿Qué era lo que le acicateaba la memoria?



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