sábado, 30 de junio de 2018

LA TENTACION: CAPITULO 19





Paula ya no podía aguantar más placer. 


Sabiendo que le faltaba menos de una caricia para alcanzar el orgasmo, se aferró al cabello de Pedro. Cuando él la miró, Paula le dijo:
—No quiero irme sin que tú estés dentro de mí. Por favor...


Él deslizó las manos de donde la había estado acariciando hasta sus rodillas.


—Como desees, cariño.


Ella se incorporó rápidamente en la cama y se excitó aún más cuando él se unió a ella, arrodillándose entre sus piernas abiertas.


Pedro alargó la mano hacia los preservativos que ella había dejado en la mesita.


—Me gustaría ir despacio, saborearte —le dijo—. Pero va a tener que ser la próxima vez, ¿de acuerdo?


Ella asintió con la cabeza, pero necesitaba tocarlo, sentir su calor en las manos.


—Déjame a mí —le pidió, tomando el envoltorio de plástico.


Pedro se tumbó en la cama, y entonces fue Paula quien se arrodilló sobre él. Ella estaba en un punto en el que incluso el sonido del envoltorio al rasgarse le parecía excitante. Con manos temblorosas, lo desenrolló suavemente mientras se lo ponía a Pedro.


Pedro tenía los ojos medio cerrados, y sus gemidos de placer resonaban en el interior de Paula. Ella se inclinó hacia delante y lo besó profundamente, usando su lengua para decirle qué era lo que necesitaba. Cuando se apartó ligeramente, él le puso una mano en la nuca.


—No quiero hacerte daño —le dijo—. ¿Estarías más cómoda si te pusieras arriba?


Ella le deslizó una palma de la mano por la mejilla, temblando de placer al sentir la barba crecida de un día.


—¿Y qué te parece si lo probamos de las dos formas? Sólo para comparar, por supuesto.


En cuanto acabó de pronunciar aquellas palabras, Pedro la giró suavemente y la hizo acostarse de espaldas. La penetró despacio, lo que a Paula le pareció fantástico. Había pasado tanto tiempo que casi había olvidado la sensación tan placentera. O tal vez nunca hubiera sido tan consciente del placer como en ese momento, con Pedro.


Él se detuvo.


—¿Estás bien?


—Mejor que bien —levantó las caderas, urgiéndolo a que entrara más. Él recibió el mensaje y la penetró totalmente.


—Por fin —dijo él, y la besó.


Paula consiguió reunir suficientes células cerebrales para hacer una broma.


—¿Ha sido demasiado esperar dos días?


—Más de once años —contestó Pedro, haciendo descansar su peso en sus fuertes brazos y mirándola.


Ella sabía que su sorpresa se le había reflejado en el rostro, pero Pedro estaba tan embebido en el momento que no lo notó. Tenía la mandíbula apretada y la piel de la cara le empezaba a brillar de sudor.


Ella le pasó la planta del pie izquierdo por el muslo. El vello lo hacía algo áspero, y ella se estremeció ante el contacto.


—Después de once años de espera, supongo que debo hacerlo bien —dijo ella.


Pedro la besó ferozmente y contestó:
—Agárrate, princesa. Tengo la sensación de que esta vez va a ser múy rápido.


Pedro impuso un ritmo que pronto los dejó a los dos al borde del éxtasis. Sí, estaba siendo rápido, pensó Paula, pero increíblemente bueno.


Pedro se derrumbó boca a bajo sobre las almohadas, junto a ella. Paula le pasó una mano por el trasero.


—No se ponga muy cómodo, agente. Ahora me toca a mí encima.


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