sábado, 26 de mayo de 2018

BAJO OTRA IDENTIDAD: EPILOGO



Un año atrás, Paula había alabado en todas las entrevistas que le hicieron la calidad de la enseñanza que se impartía en el instituto Roosevelt, así como el heroísmo de la subdirectora y el profesor de literatura. A la junta de enseñanza no se le pasó por la cabeza la posibilidad de expulsar a Donna o no volver a contratar a Pedro.


—Donna y Julian han llamado antes para disculparse —recordó Paula de repente—. Ayer tuvo una falsa alarma, y está en reposo absoluto.


El vecino de Donna había caído en sus redes. 


Llevaban siete meses casados, y Donna estaba embarazada de siete meses.


—Ya ha terminado la luna de miel —comentó Pedro mientras llegaban a la puerta—. ¿Qué te pasa, Paula?


—Nada. Mira cuánta gente hay dentro.


—¿Ves por algún lado a Carolina y a mi madre? —preguntó Pedro, buscando entre la multitud.


—Seguro que están en la mesa de la comida.


Desde que había iniciado su negocio de comidas, Valeria no desaprovechaba nunca una oportunidad para comprobar la calidad de la competencia.


Pedro condujo a Paula a través de la multitud, deteniéndose varias veces para saludar, hasta que por fin encontró a Valeria y a Carolina junto a un majestuoso cisne de hielo, probando de todos los platos.


—Mira —dijo Carolina sin preámbulos, metiendo algo en la boca de su hermano—. Los pastelillos de cangrejo de mamá son mucho mejores, ¿verdad?


—Oh, Carolina—protestó Valeria—, dices eso de todo lo que hago.


—Es que todo lo que haces es estupendo —confirmó Pedro.


Carolina lanzó a su madre una mirada triunfante antes de volverse hacia Paula.


—No dejo de intentar convencerla para que amplíe el negocio. Por cierto, estás guapísima. Debería buscar trabajos más importantes que la reunión mensual del club de jardinería. Si yo le llevo la promoción podrá doblar la actividad.


Paula levantó una ceja.


—¿Cuánto cobras de comisión a tu pobre madre?


—El veinte por ciento —reconoció Carolina con una sonrisa—. Pero merecerá la pena. El mes que viene va a llevar la comida de la fiesta de Larry Epstein.


Valeria dejó el plato y rodeó con el brazo la cintura de Carolina.


—Basta de hablar de nosotras. Es la noche de Pedro. Estoy muy orgullosa de ti, hijo.


Un año atrás, Valeria no había abrazado a su hija. Un año atrás, Carolina no escucharía embelesada a su madre. Paula sintió un nudo en la garganta. Tomó la mano de Pedro y la apretó.


La ruidosa llegada de sus otros «compañeros de clase» impidió justo a tiempo que se le corriera el rímel.


—¿Veis? Os dije que estarían donde la comida —proclamó Eliana.


—Has acertado por casualidad —dijo Beto—. Querías probar las gambas.


—Mi hermana se encontró una uña en su cóctel de gambas del club de campo —intervino Derek—. Al principio pensó que era un trozo de cascara, pero miró más de cerca y...


—¡Derek! —interrumpió Fred.


Carolina y él se miraron con amor. Paula volvió a sentir un nudo en la garganta.


Después del juicio había vuelto a Houston y había hablado en privado con todos sus amigos. 


Se disculpó por haberlos engañado y les rogó que la perdonaran. Su comprensión la animó a seguir adelante con su plan de cambiar de trabajo.


Tres meses después había fundado Inside Out, un servicio de consultoría estética y psicológica para jóvenes.


—Estás guapísima, Paula —dijo Eliana—. Tú también, Pedro.


—Gracias —contestó Paula, divertida por el rubor de su marido.


—Parece que va a empezar la película —dijo Pedro—. Paula y yo tenemos asientos en la sección reservada, pero será mejor que entréis para encontrar un buen sitio. Nos volveremos a ver después de la película.


—Sigo sin creerme que escribieras parte mientras me dabas clase de literatura —comentó Beto—. Gracias otra vez por la invitación.


Pedro rió. Aunque los estudiantes seguían tratando a Paula con familiaridad, seguían sin saber cómo comportarse con él. Cuando ya no quedaba casi nadie en el vestíbulo, Paula levantó la mirada hacia Pedro.


—¿Qué pasa?


—Estoy asustado —le confesó—. Todas las personas que me importan están entre el público. ¿Y si no les gusta la película?


El corazón de Paula se encogió.


—Les encantará. No hay una sola persona a la que no le haya gustado.


—Pero ¿y si no les gusta? ¿Y si se aburren, o se ríen cuando no deben, o abuchean al final?


Paula no sabía durante cuánto tiempo habría albergado aquellos miedos irracionales.


—De acuerdo. Supongamos que tu película les parece espantosa. ¿Qué sería lo peor que pudiera ocurrir?


Pedro parecía a punto de desmayarse.


—¿Detendrían el rodaje de Hide and Seek? —continuó Paula.


—No.


—Entonces podrías tener una segunda oportunidad, y los dos sabemos que el guión es muy bueno. Pero ¿dejarías de escribir el guión que tienes ahora entre manos?


Pedro meditó un momento.


—No.


—Bueno, ¿te echarían del instituto? ¿Los vecinos te tirarían tomates por la calle?


El color de Pedro era mejor, y el pánico de sus ojos iba desapareciendo.


—Supongo que no.


—¿Dejaría yo de amarte?


—Espero que no —dijo con fervor.


—¿Dejaría de quererte nuestro hijo? —susurró.


—¿Nuestro...?


La miró con los ojos muy abiertos durante unos segundos. 


Después, la tomó por los hombros y la observó detenidamente.


—¿Estamos embarazados?


Paula rió, feliz y aliviada.


—Me gustaría que fuéramos los dos. Sin embargo, seré yo quien tenga contracciones a principios de enero. Iba a darte la noticia después del estreno, pero necesitas algo que te haga reaccionar.


Pedro la interrumpió con un beso. Cuando levantó la cabeza, los dos respiraban con dificultad.


—¿Sigues asustado? —preguntó Paula con ternura.


—Aterrorizado. ¿Y si soy un padre horrible?


Paula lo tomó de la mano y lo condujo hacia la puerta.


—Los hombres guapos, honrados y trabajadores no pueden ser padres horribles. Vamos. A este paso no llegaremos ni a los títulos de crédito del final.


—Cariño, soy el hombre más feliz del mundo, y te lo debo todo a ti —tomó el tirador de la puerta y se detuvo—. Ten cuidado al andar hasta que se te acostumbren los ojos a la oscuridad.


Iluminada desde dentro por el amor, Paula siguió a su marido al interior del cine.




Fin




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