sábado, 26 de mayo de 2018

BAJO OTRA IDENTIDAD: CAPITULO 45




Un año después.


Paula tomó a Pedro de la mano, contenta de que la ocultara a las miradas curiosas, y se apeó de la limusina. Debería haberse puesto un atuendo más práctico. El vestido de noche blanco brillante que modelaba su figura también se le ajustaba a los tobillos, impidiéndole caminar.


Recorrieron la alfombra roja hacia el cine. Sin duda, el estreno de Free Fall saldría en las noticias de las diez, en Houston. Probablemente también ocuparía la portada de algún periódico. 


Y si Pedro no colaboraba, aparecería dando pasitos cortos detrás de su marido, como una geisha obediente.


—Ve despacio —le rogó entre dientes.


Pedro la miró de arriba abajo y sonrió.


—¿No lo hago siempre?


El comentario íntimo le recordó sus manos sobre la piel. 


Aquella misma mañana había visto un tarro de aceite de masaje con olor de melocotón en el cuarto de baño.


—Sigue pensando en eso hasta que lleguemos a casa —susurró Pedro, como si leyera su mente.


Paula entrelazó el brazo con el de Pedro. Los focos los iluminaban, para mostrar al mundo su emoción. Ocho meses de matrimonio sólo habían conseguido que aumentara su deseo.


Paula forzó una sonrisa, y sintió que Pedro hacía lo mismo. 


Más adelante, a mitad de camino de la entrada, una atractiva rubia esperaba para interceptarlos, con el micrófono en la mano.


Era la presentadora de un programa de emisión nacional. 


Paula maldijo en voz baja su vestido y siguió caminando, tirando del brazo de Pedro para que no la pusiera en ridículo delante de todo el país.


Aunque la periodista no se fijó en su forma de andar. Tenía la mirada clavada en Pedro, que estaba impresionante con su esmoquin.


—Tranquila, Sabrina —susurró Pedro.


Paula le devolvió la sonrisa falsa y contempló embelesada la risa sincera de su marido.


Se detuvieron delante de la periodista, que se había vuelto para hablar con la cámara.



—Aquí llega Pedro Alfonso, el genio creativo que ha hecho posible esta película, junto con Paula, su encantadora esposa —se volvió hacia ellos—. Pedro, tengo entendido que escribiste este guión mientras enseñabas literatura en un instituto. Has llegado muy lejos desde entonces. ¿Cómo te sientes al haberte convertido de repente en el guionista de moda de Hollywood?


—Tendrás que preguntar a algún guionista de moda de Hollywood. Yo sigo siendo un profesor de instituto de Houston.


—Eres demasiado modesto. La crítica prevé que tu primera película gane el Óscar al mejor guión. Se rumorea que Matthew McConaughey y Claire Danes serán los protagonistas de Hide and Seek, tu próxima película. No creo que a estas alturas tengas necesidad de seguir enseñando literatura.


—No imagino una profesión más necesaria ni más satisfactoria. No tengo intención de abandonar la enseñanza.


—Así se habla, Alfonso —gritaron algunos de sus alumnos, entre el público.


Paula sintió tanto orgullo que le dolió el pecho.


—Bueno —dijo la periodista, riendo—, parece que mucha gente está de acuerdo con tu decisión, y al parecer, eso no te impide escribir, ni tener tu vida personal —miró con admiración a Paula antes de volverse hacia la cámara—. Si alguien no la ha reconocido, Paula fue la testigo clave en el juicio de Juan Merrit, el año pasado. De hecho, conoció a su marido mientras se hacía pasar por alumna de instituto para escapar a las amenazas de muerte, y estuvo a punto de perder la vida.


No parecía muy probable que nadie hubiera olvidado la participación de Paula en el famoso juicio. El brazo de Pedro se tensó bajo sus dedos. Lester Jacobs estaba entre rejas, pero Pedro seguía sintiéndose culpable por lo que había estado a punto de ocurrir en el pasillo del hotel.


—Cuéntanos, Pedro —dijo la reportera—, ¿es cierto que el personaje femenino de tu próxima película está inspirado en tu mujer?


—Inspirado, sí. Pero mi mujer es mucho más valiente y profunda de lo que se puede explicar en ciento treinta y cinco minutos de película.


—Muchas gracias por dedicarnos unas palabras. Felicidades por tu éxito, y que disfrutéis de la velada. Ah, aquí llega Gail Powers, productora ejecutiva de Swan Productions, con alguien a quien no reconozco.


Paula caminó tan deprisa como el vestido le permitía para huir de los focos.


—Despacio —recordó a Pedro.


—Perdona.


—Perdonado. Y gracias por el cumplido.


—Es la verdad —miró a su alrededor, inseguro—. No me gusta tanta publicidad. El instituto ya salió bastante en los medios de comunicación el año pasado.


—Tonterías. A todo el mundo le gusta que el profesor de literatura sea una celebridad, y les encanta la publicidad.



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