sábado, 11 de noviembre de 2017

HEREDERO DEL DESTINO: CAPITULO 23





La cena resultó maravillosa. Después, el camarero les invitó a tomar café en la terraza. Así la noche pasó de ser maravillosa a convertirse en algo mágico. Las vistas de la bahía y la brisa cálida del verano hacían que todo fuera perfecto.


Permanecieron en silencio durante mucho tiempo, saboreando el momento. El reflejo de la luna en el agua pintaba una estela de plata hacia las estrellas.


Había una pista de baile en el exterior donde las parejas bailaban abrazadas. Una melodía de Nat King Col llegó hasta ellos y Pedro se levantó, sintiéndose incapaz de resistirse a la idea de abrazar a Paula.


Ella dudó un instante, después lo tomó de la mano. Aunque su embarazo era cada vez más evidente con aquel vestido de gasa verde que llevaba, sus pasos seguían siendo ágiles y ligeros.


Él se encontró respirando su aroma, intentando capturar su esencia en la memoria. Quería abrazarla así para siempre, grabar el contacto de su piel sedosa en su memoria.


Paula comenzó a tararear la melodía.


Estaban bailando a la sombra de un árbol del patio cuando la canción terminó.


Él le pasó un dedo por los labios.


—Cantas como los ángeles. Me pregunto si mi memoria no estará equivocada. Si el sabor de tus labios será tan perfecto como su apariencia Si sabrán tan dulces como tu voz —preguntó y reemplazó los dedos con sus labios.


Pedro se negó a pensar en todas las razones por las que no debía hacer aquello. La realidad del mañana llegaría enseguida. Pero esa noche quería aprehender ese recuerdo; el recuerdo de abrazarla, de besarla, de amarla.


Unos sentimientos contradictorios que nunca había experimentado mientras abrazaba a ninguna otra mujer. 


Ternura y deseo. Valor y miedo. Era tan dulce y tenía tanto fuego debajo de su inocencia. ..


Sabía que se moriría antes a hacerle daño y tuvo miedo de aquel sentimiento que le daba a ella tanto poder sobre él.


Pero Paula no iba a desearlo a él toda la vida. Seguro que pronto estaría en los brazos de otro hombre sintiendo las caricias y los labios de otro. Ella le apretó los brazos y se apartó de él, y él se dio cuenta de que aquellos momentos robados de felicidad y tortura habían terminado.


—Es tarde —susurró ella y se dirigió hacia la mesa.


—Sí —dijo él siguiéndola de cerca—. ¿Tienes miedo de convertirte en calabaza? —preguntó él con tono jovial para cubrir el dolor que sentía en el pecho.


—¿Te refieres a mis formas o al final del cuento de princesas?


—Me sorprende que dudes de mí —su sonrisa desapareció—. Quizás algún día ya no dudes.


—No creo que eso sea un problema, Pedro, Ya no. Si algo he aprendido estas semanas es que eres una persona en la que se puede confiar.


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