sábado, 11 de noviembre de 2017
HEREDERO DEL DESTINO: CAPITULO 19
Paula se despertó con unos golpes. Se sentó intentando despejarse.
¿Qué estaría tramando Pedro? se preguntó mientras seguía la dirección de los golpes. Era como si alguien estuviera derrumbando el cuarto de baño de sus abuelos.
Paula vio la nube de polvo antes de llegar a la puerta.
Pedro la miró.
—¿Estás despierta? Intenté no hacer ruido. Perdona si te he despertado.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó ella.
—Estoy demoliendo el baño.
Ella se quedó mirándolo un buen rato, preguntándose por qué lo encontraba tan sensual y tan masculino con todo aquel polvo sobre sus hombros y una maza enorme en las manos.
—¿Y luego cómo lo vamos a arreglar?
—He hablado con Jerry, el tipo con el que hablaste para mi baño y mi cocina. Me ha dado un prepuesto fantástico.
—Pedro, te vas a enterar de lo que es un presupuesto fantástico cuando te dé...
—Para, para —sonrió él mientras meneaba el dedo delante de su cara— nada de tacos delante del bebé —miró hacia su vientre y se quedó muy sorprendido—. ¡Vaya! Ya se te nota que estás embarazada.
—Se me nota desde hace mucho. Y no cambies de tema ¿Qué se supone que estás haciendo? Nunca te hablé de cambiar el baño.
—No me digas que tienes una conexión sentimental con él. La porcelana está desgastada y rota por muchos sitios. En el de arriba se pueden conservar la bañera y el lavabo. Jerry dice que son estupendos.
—¿El de arriba? Mira, Pedro, sé que los baños están mal, pero...
Él señaló a la bañera.
—No puedes bañar al bebé en un baño así. No puede ser higiénico. Te prometo que no elegiremos nada extravagante. Jerry tiene un programa de ordenador y hemos estado trabajando juntos. Ve a ver los bocetos que hay encima de la mesa de la cocina,
—Esto es demasiado, Pedro. Nunca podré pagarte ayudándote a decorar tu casa.
—Ya veremos. Ni siquiera hemos empezado a comprar los muebles. Quizás me cueste mucho decidirme y tardemos muchos días. Ve a mirar los bocetos.
Paula fue a la cocina, sintiendo curiosidad aunque todavía estaba un poco enojada.
En cuanto vio el primer boceto se quedó sobrecogida.
Rápidamente fue a mirar el segundo. ¿Cómo era posible que hubieran elegido exactamente lo mismo con lo que ella llevaba años soñando? ¿Cómo era posible que ellos, que no eran decoradores, hubieran visto las mismas posibilidades que ella?
Fue a ver al Pedro.
—Estoy sorprendida. Más que sorprendida. Deslumbrada.
—¿Te gustan?
—No cambiaría nada. Si fuera a permitirlo, claro —aclaró ella, intentando mantener su postura.
—¿No cambiarías nada? —preguntó Pedro.
—No. Todo es perfecto, pero...
—Mira —la interrumpió él—. Como los sanitarios de arriba están bien, sólo hay que cambiar las tuberías y las baldosas y Jerry me ha dicho que no será mucho.
—Me parece, Pedro, que tu idea de mucho y la mía son diferentes. El baño de arriba tendrá que esperar.
—¿A quién estás intentando engañar? ¿Dónde va a dormir el bebé mientras los hombres están dando golpes en el baño? ¿Crees que los obreros dejarán de trabajar mientras ella se echa la siesta? Y piensa en lo ocupada que estarás mientras te encargas de la niña y del negocio.
Paula no sabía qué decir. Tenía razón.
—¿Sabes qué? Será un regalo para el bebé —insistió él.
—El porche fue el regalo para ella.
—Fue un regalo para ti. Este será para Malena. Después de todo, esta casa será para ella algún día.
Ella sintió que se quedaba sin argumentos. Por algo era un abogado con tanto éxito; podría convencer a una cebra para que se deshiciera de sus rayas. Se preguntó a cuántas mujeres habría convencido para que se quitaran la ropa.
Entonces, le vino una imagen de los dos en la casa de la piscina.
—Pero esto es todo. ¿Entendido? —preguntó ella, apartando aquella visión por enésima vez.
—Oh, por supuesto. Eso es todo. Sólo el proyecto que Jerry y yo hemos planeado. ¿Estás segura de que no hay nada más que te gustaría cambiar? ¿Nada de nada?
—Nada —le aseguró ella. Movida por un impulso, se acercó a él y le dio un beso en la mejilla—. Eres un buen hombre, Pedro Alfonso. De hecho, creo que empiezas a gustarme.
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