jueves, 9 de noviembre de 2017

HEREDERO DEL DESTINO: CAPITULO 14




Una hora después, estaba sentada en la mesa de la cocina de Pedro, con un enorme plato delante y los ojos de él clavados en su cara.


—Espero que no pretendas que me coma todo esto.


—Tienes que tener una dieta equilibrada.


Ella levantó la mirada, del plato.


—¿Te lo estás tomando en serio, verdad? —su mirada estaba llena de calidez.


Pedro intentó ignorar aquella ola de deseo que su mirada tierna había provocado. Aquello era una locura. Él se iba a marchar cuando el bebé naciera y Paula no era del tipo de mujer a la que un hombre deja atrás.


—Sí. Hasta que no leí el libro ayer, no comprendí que el bebé y tú estáis completamente conectados. En realidad tienes que comer para los dos.


—El folleto que me dio mi médico no dice eso. Sólo dice que tengo que llevar una dieta equilibrada. Si como lo que dice tu libro, no cabré por la puerta.


Pedro pensó que no tenía que preocuparse por su figura: era perfecta.


—Ni siquiera se te nota que estás embarazada.


Si German no se lo hubiera dicho y ella lo hubiera confirmado, nunca se habría imaginado que estaba embarazada. Aunque, según el libro, a las mujeres primerizas no se les notaba hasta el quinto mes.


—Créeme, ya no me abrocha ninguno de mis pantalones. El traje que llevaba ayer, es el único que me entra y, aun así, me queda demasiado ajustado —se encogió de hombros—. Aparte de eso, no me siento muy diferente. Aunque me canso antes y sólo me apetece llevar la ropa suelta. El doctor dice que tengo mucha suerte. Lloro con mucha frecuencia, pero, como casi siempre es por Laura y por German, no sé si es por el embarazo o de pena.


—Tienes que estar alegre. Anoche leí que el bebé puede sentir tu estado emocional. No debería haber aparecido así. Te molesté. No me di cuenta...


—Desde luego, fue una sorpresa —le dijo ella.


—Lo siento. No sabía lo importante que eran tus sentimientos hacia el bebé. Si mi presencia es demasiado para tí, me marcharé —las palabras se le atragantaron—. Pero no me iré del país. Podrás localizarme cada vez que quieras. No es lo que yo quiero. Además, creo que necesitas que alguien esté cerca de ti por si necesitas ayuda. Pero no puedo permitir que mi presencia le haga daño al bebé.


Se encontró conteniendo la respiración y suplicando en silencio que le permitiera ayudarla. Quedarse. Sería incluso capaz de suplicarle, pero no quería presionarla de ninguna manera. Tenía miedo de haberla presionado ya demasiado.


Entonces, ella meneó la cabeza y él pudo soltar el aliento.


—Me sorprendió encontrarte en mi casa y me enfadé mucho por lo que dijiste el primer día. Tampoco confío en ti del todo. Pero he cambiado de opinión. Eres el tío de Malena.


—¿Malena?


—Es el nombre que he elegido para la niña. Elena era el nombre de mi madre y aparentemente alguien que se llamaba Maria era importante para German.


Pedro asintió.


—Era el nombre de nuestra niñera —una sonrisa apareció en sus labios—. Tengo muy buenos recuerdos de ella. De hecho, la veíamos más que a nuestra madre.


Ella lo miró con tristeza.


—No tengas pena por el pobre niño rico. Tu vida tampoco fue muy fácil.


—Pero mis padres no me abandonaron; ellos murieron en un accidente. Y nosotras nos fuimos a vivir con nuestros tíos que nos querían. Todos tenemos que sufrir momentos difíciles antes de llegar a adultos, pero lo más doloroso es cuando las personas que te causan dolor son tus propios padres.


Tenía razón.


—Cuando era pequeño, German solía contarme historias sobro una vida mejor y más feliz cuando creciéramos. Yo soñaba con el mundo que él describía. Decidí venir para que Malena siempre se sintiera feliz y segura. Quizás no sea posible, pero quiero que ese sueño se haga realidad para su hija. Sólo quiero ayudar.


Paula asintió.


—Entonces, ayuda —dijo una sonrisa—. A decir verdad, el embarazo y parto cada vez me preocupan más. Solamente, no me cebes.


Pedro no podía creerse cómo lo afectaba que ella hubiera aceptado su ayuda. Aunque sólo pretendía alimentarla, no le importaba nada que se le empezara a notar su estado. 


Pensaba que aquello aplacaría un poco el deseo que sentía por ella.


Paula se marchó poco después de cenar y Pedro se quedó levantado hasta bien entrada la noche, leyendo y pensando en ella. Aparte de ser una buena persona, era divertida y encantadora y sería una madre excelente. El hecho de que también fuera una mujer deseable era una complicación, pero que estaba seguro de que, con el tiempo, y con una tripa bien gorda, sentiría cada vez menos atracción por ella.


Sus planes para tratar con ella a diario, sin que la relación se estrechara demasiado o se hiciera demasiado personal, era muy sencilla. Estaría a su alrededor y la ayudaría con las cosas de la casa, pero no se entrometería en su vida privada ni permitiría que llegara a importarle demasiado. Después del día de Acción de Gracias, se marcharía. Se quedó dormido en el sofá, haciendo la lista mental de todas las cosas que tenía que hacer sólo en la casa, mientras intentaba no pensar en hacer la única cosa que le apetecía y que no podía ser: sentir sus labios suaves y dulces contra los de él de nuevo.



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