jueves, 9 de noviembre de 2017

HEREDERO DEL DESTINO: CAPITULO 13




Paula se despertó de la siesta con el sonido del teléfono.


—¿Sí? —contestó con un gruñido.


—Vaya, vaya. Parece que sigues dormida. Te llamaré después.


Al oír la voz de Pedro, el pulso se le aceleró. Se despertó de golpe, pensando que aquella reacción tenía que acabarse. 


No podía hacer que se marchara, pero no podía permitir que hiciera que lo deseara. Y tampoco quería acostumbrarse a escuchar su voz y a confiar en su presencia. Aunque se quedara hasta el nacimiento del bebé, después se marcharía.


—No estoy dormida —le dijo con los dientes apretados. Tenía que encontrar una forma de mantenerlo alejado.— Sólo estaba pensando.


—Lo que tú digas —dijo él—. He decidido preparar la cena. ¿Te atreves? E incluso tengo una tarta de moras que me trajo una amable vecina ayer para darme la bienvenida.


—Un día te vas a morir por ser excesivamente encantador.


Él se rió.


—No creo que eso sea posible.


Ella ignoró el cosquilleo que sintió y se negó a atribuírselo a su risa sexy.


—¿Qué te parece si tu vecina amable va a verte con la escopeta de su tío?


—¿Te ha dicho alguien que te levantas de muy mal humor?


Laura. Sus padres y sus tíos. Pero ellos ya se habían ido, igual que haría Pedro; aunque él lo haría por decisión propia.


Y ella se quedaría sola. Sola con su hija, con sus enfermedades, con las facturas y el colegio. Sola. ¿Por qué siempre tenía que acabar sola?


—Nunca hay nadie a mi alrededor cuando me despierto Pedro; al contrario que otras personas, que no quiero mencionar, que siempre tienen a alguien en el cuarto.


—Vaya vaya. Parece que tu hermana no te habló muy bien de mí. Créeme, aparte de mi hermano, nadie ha estado a mi lado cuando me despierto. Esa escena es demasiado familiar para mi gusto.


Paula no tenía ningún comentario que hacer. Ni siquiera estaba segura de lo que sentía al respecto. Aunque, era algo totalmente inapropiado, sintió lástima. ¿Tanto miedo tenía de dejar que alguien se le acercara?


—No necesito tanta información sobre tu vida amorosa o, más específicamente, sobre tu vida sexual.


—¿Hay alguna diferencia? —preguntó él con una sonrisa en la voz.


—Eso es a lo que me refiero. No creo que nunca hayas querido a nadie aparte de a ti mismo.


Él se quedó un rato en silencio.


—Quería a mi hermano; si no, no estaría aquí —dijo con un suspiro—. ¿Vas a venir a cenar o no?


—No— dijo ella y colgó el auricular.


Desgraciadamente, se arrepintió al instante: por lo que había dicho y por colgar.


Al nombrar a su hermano había notado dolor en su voz. 


Entonces, recordó las lágrimas de Pedro cayendo sobre su pelo y se le ocurrió que quizá estuviera buscando algo más al ir para allá. Pensó que quería ayudarlo. Después de todo, era el único tío de su hija y quería formar parte de sus vidas.


En sólo un día, le había quedado claro que iba a quedarse hasta que el bebé naciera. Lo cual significaba que pronto tendría que tomar una decisión con respecto a tres vidas. La suya, la de su hija y la de Pedro


Paula sabía que aunque sería más fácil alejarlo, no sería justo. El problema era que si le permitía que fuera a visitarla, tendría que verlo de vez en cuando. Durante muchos años. 


Y no podría soportarlo mientras tuviera todos esos sentimientos conflictivos y ese resentimiento.


¿Por qué no podía perdonarlo cuando ella también había sido culpable de lo que sucedió en la casa de la piscina? No había sido ninguna niña ingenua y tenía que hacerle frente a la realidad: el sexo no significaba un compromiso para la mayoría de las personas, aunque ella pensara de otra forma.


Antes de cambiar de opinión, Paula agarró el teléfono para disculparse por su mal humor y aceptar su invitación.




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