sábado, 14 de octubre de 2017

PLACER: CAPITULO 23





Fuera de su vista, fuera de su mente.


Al menos aquél era el deseo de Paula.


Pedro se había marchado tres días, y ella se echaba a temblar ante la sola idea de que pudiera volver.


Al menos le había informado a Monica de que se iba a Dallas a buscar unos caballos. A ella no le había dicho nada y era lógico. No se estaba quejando. Cuanto menos tuviera que ver con Pedro, mejor.


Aun así pegó un bote al escuchar el ruido de la puerta. Era ridículo. En el rancho la gente entraba y salía constantemente.


Pero Paula sabía, por experiencia propia, que más le valía mirar bien antes de doblar una esquina o de abrir una puerta, porque él siempre estaba allí.


«Pero al menos que esté vestido», pensó Paula sin dejar de pensar en la masculinidad que caracterizaba a Pedro. Se moría de ganas de hacer el amor con él.


¿En qué clase de mujer se había convertido?


Paula limpió con más brío la pieza de plata que tenía entre las manos. Cuando estaba a punto de terminar, Teo entró corriendo en la habitación.


—¡Mamá! ¡Mamá!


—Dime, cariño.


Pedro ha vuelto


—Ah, muy bien —dijo ella en un tono tranquilo a pesar de que le había dado un vuelco el corazón.


—Y quiere llevarme a dar un paseo a caballo.


—Oh, Teo, me parece que no es muy buena idea —contestó ella presa del pánico. El niño frunció el ceño—. Nunca has montado a caballo y a mamá le da miedo.


—Yo no tengo miedo. Ya soy grande. Siempre me lo dices.


—Claro que eres grande.


—Entonces puedo ir —dijo el niño ilusionado.


—Oye, vaquero, yo no he dicho eso.


—¡Mamá! No seas mala conmigo.


—Teo —repuso ella en un tono de voz seco y serio.


—¿Qué pasa aquí?


Si Paula no hubiera tenido la pieza de plata bien agarrada, se le habría caído al escuchar la voz de Pedro. El momento que tanto miedo le daba, había llegado. Pedro estaba de vuelta y, como ella había temido, seguía despertando todo su apetito sexual.


—Mamá dice que no puedo ir —le informó Teo a Pedro.


—Yo... —comenzó a decir Paula, pero él la interrumpió.


—No dejaré que le pase nada malo, Paula. Te aseguro que cuidaré de él —añadió en un tono de voz duro, sin embargo su mirada no lo era.


Sus ojos se habían encendido y delataban que no estaba tan tranquilo como trataba de demostrar. Era como si él también estuviera recordando el episodio del baño.


Y lo que podía haber sido, pero no fue.


—Es que no creo que... —comenzó a decir Paula bajo aquella mirada ardiente y examinadora.


—Por favor, mamá —suplicó Teo.


—De acuerdo, pero no estéis mucho tiempo, Pedro.


—Tus deseos son órdenes para mí —contestó él.


—Lo digo en serio —insistió ella ante aquel tono sarcástico.


Paula sabía que estaba ejerciendo el papel de madre controladora, pero no le importaba. La sola imagen de verlos a los dos juntos, le estaba destrozando el corazón.


Sin embargo, ¿por qué castigar a Teo por sus propios pecados? No podía hacerle eso.


—¡Bieeen! —exclamó Teo y echó a correr fuera de la habitación.


—Me parece que le hace ilusión —dijo Pedro a punto de sonreír. Paula quiso responder algo amable, pero sus labios parecían sellados—. Antes de que se me olvide, Esta noche vienen mis padres, Olivia y John Lipscomb.


—¿A cenar? —preguntó ella tratando de parecer profesional.


—No, sólo picaremos algo.


—Me encargaré de todo —dijo Paula.


Pedro la examinó detenidamente.


—No lo dudo —se puso el sombrero—. No vemos luego.


Paula tomó otra pieza de plata y la abrillantó tan enérgicamente que casi se hizo daño en la mano....





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