sábado, 1 de abril de 2017

DESCUBRIENDO: CAPITULO 7




En vez de ir a ver la televisión, como hacía la mayoría de las noches, Pedro se marchó al cobertizo, donde tenía la maquinaria para arreglar la vieja camioneta de la granja, cuyos frenos no funcionaban bien. Era una buena excusa para mantenerse alejado de la casa, y de Pau.


Por desgracia, estar apartado de ella no evitaba que siguiese pensando en ella. No podía olvidarse de su imagen dormida, de sus labios, y de cómo sabrían si la besaba.


Cuando la besase.


Parecía un adolescente.


Tenía que acordarse de que la senadora se volvía muy fría cuando estaba despierta, y de cómo apretaba los labios cuando le pedía algo tan simple como que lo ayudase a fregar los platos. Paula Chaves no se parecía en nada a las chicas que él había conocido.


No tenía ni idea de por qué Eloisa Burton la había invitado a ir allí. Tenía que haber sabido que Paula no encajaría.


Pedro había vivido en el interior de Australia toda su vida y allí todo el mundo se echaba una mano.


El problema era que, a pesar de estar fuera de lugar, de ser mandona y urbanita y un fastidio, también era increíblemente sexy. Enloquecedoramente sexy. Esos labios y esas curvas lo estaban volviendo loco. Y sólo llevaba allí medio día.


Todo un mes iba a ser una tortura.


Lo más sensato era ignorar la petición de Eloisa de hacer de anfitrión y llamar a Bill Jervis, el cocinero, para que lo reemplazase.


Bill tenía sesenta años, era abuelo y podía ocuparse de Pau Chaves tan bien como él. Y él podría estar con sus hombres, trabajando.


El plan era sencillo, pero tenía un problema, que no podía dejar a sus hombres sin Bill.


Así que tendría que aguantarse, sonreír y soportar la presencia de Pau Chaves allí.


Eran las diez de la noche cuando dejó la camioneta y fue a la lavandería a lavarse. La lavandería no era más que un cuarto de madera situado al lado de la casa, algo muy básico y funcional, pero esa noche estaba lleno de ropa blanca tendida, y de lencería.


Pedro maldijo en voz baja. Las fantasías avivadas por aquellas prendas le causaban un montón de problemas nuevos.




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