domingo, 19 de febrero de 2017

FUTURO: CAPITULO 21





—¿PERO QUÉ dices? —exclamó Pedro, haciéndose a un lado para dejarla entrar—. No te puedes divorciar de papá.


Su madre se volvió hacia él y puso las manos sobre las caderas.


—No empieces con eso. Tú no. Eres la única persona que me queda.


Fue hacia la cocina, como si estuviera en su propia casa. 


Puso agua a hervir para preparar té.


—Ellos no lo entienden. Y él tampoco. Pero yo sabía que tú sí, porque no crees en el matrimonio.


Pedro sacudió la cabeza y se preguntó si aquello era una alucinación. Sus padres llevaban cuarenta años casados. 


Eran el cimiento de su vida. Existía gracias a ellos.


—¿Dónde tienes las tazas de té? —le preguntó su madre.
Las sacó para ella.


—Son tazas normales y corrientes, mamá. No tengo tazas de té.


—No importa. Nada importa. Pregúntale a tu padre —dijo con amargura, metiendo una bolsita de té en cada una de las tazas.


—Mamá, creo que tienes que calmarte un poco.


Ella se dio la vuelta de golpe. Tenía las mejillas encendidas.


—Tienes toda la razón. Ya estoy más que harta de ese hombre. No quiere ver la realidad. No quiere darse cuenta de que no es inmortal. ¿Sabes lo que me dijo cuando le recordé lo de la reunión familiar?


—Que tenía que trabajar —Pedro conocía muy bien a su padre.


—¡Que tenía que trabajar! —Malena gritó a todo pulmón—. Y no solo eso. También me dijo que tenía que irse a Grecia. Pero ¿qué le pasa?


Pedro se limitó a sacudir la cabeza.


—No sé. Yo tampoco lo sé. Pero ya estoy cansada de pelear con él. Estoy cansada de intentar hacerle entrar en razón. Estoy… cansada.


Pedro le puso un brazo alrededor de los hombros.


—Mamá, a lo mejor no necesitas tomarte un té. A lo mejor lo que necesitas es irte a la cama.


—A lo mejor —dijo ella. Su voz sonaba tan exhausta que apenas podía oírla en ese momento.


—Yo preparo la cama.


Dejó a su madre sentada en la cocina con tu taza de té y le preparó la habitación que había usado Milos. Se preguntó si debía llamar a su padre. ¿Sabía que ella le había dejado? ¿Se habría dado cuenta su padre, siempre adicto al trabajo, de que su madre ya no estaba allí?


Metió una almohada en su funda, alisó las sábanas y regresó a la cocina.


—Tienes que hablar con papá.


—No.


—Mamá…


—No.


Pedro le lanzó una mirada inflexible, pero ella siguió sacudiendo la cabeza. Sonrió con tristeza y le acarició la mejilla. Se dirigió al dormitorio.


—Tengo que dormir —le dijo por fin—. Llevo días sin hacerlo.


—Yo también —murmuró Pedro para sí.


Pero tampoco pudo dormir esa noche. Se quedó en vela toda la noche, preguntándose quién había puesto patas arriba todo su mundo. Quería tener a Pau en sus brazos en ese momento. Lo necesitaba desesperadamente. Quería que Pau volviera a su vida. Quería a Paula






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