sábado, 25 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 19




Paula continuó con el juego durante toda la noche, torturando a su amigo con sus miradas, rozándole accidentalmente la mano o el pie por debajo de la mesa, y pronto a Pedro le pareció que la temperatura había subido unos cuantos grados en el restaurante.


Había una orquesta tocando en el salón contiguo, y pronto Nieves arrastró allí a Kieran, dejándolos un rato a solas.


—Eh, Alfonso —lo llamó Paula desde el otro lado de la mesa. Tenía la barbilla apoyada en las manos entrelazadas y le sonreía—, ¿cómo lo llevas?


Pedro sacudió la cabeza, dejando escapar unas risas nerviosas.


—Solo te diré, amiga mía, que estás jugando a un juego muy peligroso.


Un brillo travieso cruzó por los ojos de Paula.


—¿De veras? —inquirió divertida.


—Sí, de veras.


—¿Y cómo es eso?


Pedro se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa.


—Llevas toda la noche tratando de ponerme nervioso con tus coqueteos.


La joven bajó la mirada hacia su copa, repasando el índice por el borde.


—¿Y está funcionando? —preguntó en un tono seductor.


Pedro tragó saliva y carraspeó.


—Ya eres lo suficientemente mayorcita como para saber que esta clase de juegos… tienen sus consecuencias.


Paula sabía que se estaba pasando un poco de la raya, pero tal vez fuera el efecto del vino, o el llevar dos días sin besar a Pedro cuando se moría por hacerlo. Aquella noche apenas había pegado ojo pensando en él, y de algún modo le parecía que, si ella sufría, también tenía que hacerlo sufrir a él.


—Quizá si me especificaras un poco más esas consecuencias… —murmuró alzando los ojos hacia sus labios.



****


Pedro gruñó exasperado, pasándose la mano por el cabello, pero antes de que pudiera responder nada, aparecieron de nuevo Kieran y Nieves.


—Eh, Pedro, ven a bailar conmigo —le dijo Nieves tirando de su mano—. Kieran me ha dicho que eras el Fred Astaire de vuestra universidad.


Pedro se rió.


—Me parece que Kieran exagera un poco, pero si quieres…


Kieran los observó alejarse charlando y bromeando, y se sentó junto a Paula esbozando una sonrisa.


—¿Te diviertes?


La joven apartó la vista del salón contiguo, donde Nieves y Pedro ya estaban bailando, y giró la cabeza hacia el hombre que una vez había sido el centro de su universo. Parecía que hacía siglos de aquello.


—Claro —contestó sonriendo también—. Pareces feliz, Kieran. Me alegro mucho por ti. Nieves es una chica fantástica.


—Gracias. ¿Cómo lleváis Pedro y tú lo de compartir casa?


El corazón de Paula dio un vuelco ante el giro de la conversación. «Cálmate Paula, mantén la calma. No puede sospechar nada, es solo una pregunta inocente».


—Bueno, ya sabes cómo es Pedro, siempre empeñado en protegerme. Me trata como a una reina.


—Fue un gesto muy generoso ofrecerte una habitación hasta que tu casa esté construida —comentó Kieran—. Además, así os hacéis compañía el uno al otro —dijo tomando su copa—. Y para ti, como siempre me decías, debe de ser como tener un hermano mayor.


Paula no pudo menos sonreír ante la anticuada descripción. 
Si él supiera…


—Sí, bueno, es como un hermano mayor bastante irritante.
Kieran sonrió, girando el rostro hacia el salón contiguo.


—Es un tipo estupendo. Yo también lo quiero como a un hermano. Es el mejor amigo que he tenido jamás —sus ojos grises se fijaron en los de Paula—. Los dos sois los mejores amigos que he tenido jamás. Estar con vosotros me trae recuerdos de mejores tiempos, de antes de que empezara a tener responsabilidades y a sentirme descontento —se quedó callado un instante—. ¿Sabes, Paula?, no hay un solo día que no me arrepienta por lo que te hice. Quería que lo supieras… antes de que me emborrache y pienses que no lo digo de verdad.


—Lo sé —murmuró ella esbozando una pequeña sonrisa.


—Oye, Paula, escucha —dijo Kieran de pronto inclinándose sobre la mesa—. ¿Y si le buscamos a alguien?


La joven se quedó callada, antes de prorrumpir en unas risas incómodas.


—¿A quién?, ¿a Alfonso?


—Bueno, estabas en lo cierto respecto a Nieves y a mí, así que creo que no se te da mal el hacer de casamentera. Sí, deberías buscarle alguien a Pedro.


—¿Eso crees? —inquirió ella, incapaz de reírse otra vez. De pronto se notaba la boca seca, y tuvo que beber un buen trago del refresco que había pedido—. ¿Y tienes a alguien en mente, o tendré que escogerla yo? —dijo forzando una sonrisa.


—¿Qué me dices de Marie Donnelly? Creo que salieron un par de veces en la universidad. Apostaría la camisa a que resultaría.


Paula se reclinó en su asiento con un gemido de fastidio.


—Créeme, mis días de apuestas se han acabado.


—Oh. venga, Pau, no seas aburrida.


—Kieran, no voy a ayudarte a encontrarle una mujer a Pedro —le dijo entornando los ojos y subrayando cada palabra—. Ni Marie Donnelly, ni ninguna otra, ¿entendido?


—Paula, no puedo creerlo. ¿Es que no quieres verlo tan feliz como a mí? —le dijo Kieran fingiéndose indignado, con una mano sobre el corazón.


—¿A quién no quieres ver feliz, Chaves?


Paula alzó la cabeza tan rápido al escuchar la voz de Pedro que se sintió un poco mareada. Kieran levantó la vista también hacia su amigo y su prometida.


—Solo estaba proponiendo una pequeña apuesta a Paula.


—Ah, ya veo —murmuró Pedro enarcando las cejas—. ¿Y de qué se trata?


—No quieres saberlo —le dijo Paula.


—Pues claro que sí.


—No, te aseguro que no.


—¿Te estás haciendo la interesante, Chaves?


Kieran prorrumpió en carcajadas.


—Dios, ¿alguna vez no discutís?


Pedro sonrió, frotándose la nuca, pero a Paula aquello no le hacía gracia. Aunque no lo admitiría, la había molestado la idea de imaginarlo con otra mujer.


—¿Quieres saberlo, Alfonso? Pues bien, tu querido amigo Kieran me estaba retando a encontrarte una mujer.


La sonrisa se le heló a Pedro en los labios.


—¿Es una broma?


Kieran se rió aún más.


—¡Dios!, ¡si vieras la cara que se te ha quedado, Pedro!


—¿Ibas a apostar con ella para que me encontrara un ligue? —repitió Pedro anonadado, riéndose un poco por mantener las apariencias—. Muy gracioso, Rafferty.


—De hecho, me estaba diciendo que te gustaba bastante Marie Donnelly que estaba seguro de que resultaría —añadió Paula con toda la intención.


Pedro esperaba ver una mirada maliciosa en sus ojos verdes, creía que estaba tratando de picarlo, y quizá por eso lo sorprendió más ver lo que vio: ¡estaba celosa! ¡Paula Chaves estaba celosa de una mujer con la que había salido un par de veces hacía años! Una enorme sonrisa se dibujó en sus labios.




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