sábado, 25 de febrero de 2017

APUESTA: CAPITULO 17





Pedro no se había sentido tan frustrado en toda su vida. No era que no lo alegrara recibir la visita de Kieran y su prometida, y era estupendo poder rememorar los viejos tiempos, pero el no poder besar a Paula como ansiaba hacer lo estaba volviendo loco. Cada vez que la miraba, se encontraba con que sus labios lo atraían como un imán, y no podía dejar de recordar los gloriosos besos que habían compartido.


—¿Alfonso?


Pedro alzó la vista hacia Kieran con una expresión tan perdida que pareció que acababa de darse cuenta de que estaba allí.


—Perdona… ¿qué decías?


Su amigo esbozó una sonrisa maliciosa, y los hoyuelos que tantas chicas habían conquistado aparecieron en sus mejillas.


—Jamás te había visto tan taciturno. Si no te conociera mejor, diría que te tiene atrapado alguna mujer.


—¿A mí? —respondió Pedro riéndose ruidosamente—. ¿A un soltero decidido como yo? Ni hablar. Me gusta mi vida tal y como es —añadió tomando un trago de su botella de cerveza—: sin presiones, ni problemas… Ya me conoces.


Kieran se apoyó en la barandilla del porche y brindó por su amigo alzando su botella.


—Que sea así por mucho tiempo entonces —le dijo con un guiño—, aunque no sabes lo que te pierdes.


—Ya, cosas como que llevemos aquí más de diez minutos esperando a que las damas se arreglen para una simple cena —dijo Pedro. Kieran se rió.


—Bueno, tratándose de Nieves y Paula, seguro que la espera merecerá la pena.


En ese momento aparecieron las dos, y a Pedro casi se le atragantó la cerveza en la garganta. Estaba claro que Paula estaba dispuesta a cumplir su promesa de atormentarlo: su minifalda era tan corta que casi rozaba lo indecente, y allí estaban otra vez esas endiabladas piernas…


Kieran ofreció su brazo a Nieves y se dirigieron todos al coche de Pedro. Mientras caminaban, Pedro aminoró el paso deliberadamente, dejando que Kieran y su prometida se adelantaran, para poder susurrarle a Paula:
—¿Acaso pretendes volverme loco? —le preguntó. 


La joven le dedicó una sonrisa seductora.


—¿Sabes? —le dijo—, creo que voy a divertirme mucho esta noche —y apretó el paso para alcanzar a los otros, volviendo la cabeza un par de veces hacia él sin borrar la insolente sonrisa de sus labios, y contoneando las caderas con descaro.



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