sábado, 10 de septiembre de 2016

EL ANONIMATO: CAPITULO 9





Pedro observó cómo Paula se marchaba. No había ninguna duda de que aquella mujer sabía montar a caballo. 


Deliberadamente la había sometido a un ritmo infernal, pero ella no se había resentido en absoluto. De hecho, había estado a punto de vencerlo a él en su propio juego. En realidad, tenía que admitir que, efectivamente, le había vencido. Si no se hubiera sentido tan impresionado, se habría sentido molesto.


Lo más importante era que parecía saber perfectamente cómo tratar a Medianoche. El caballo seguía estando muy nervioso, casi como al principio, pero, en veinticuatro horas, Paula había conseguido prácticamente que el caballo le comiera de la mano. Si podía conseguir un milagro con el semental, a él no le importaría en absoluto que se quedara.


Tenía grandes planes para ese caballo. No podía dejar de preguntarse si Paula los conocería.


Lo que más le importaba era saber si se quedaría allí el tiempo suficiente o era un ave de paso. Algo le decía que tenía la misma inquietud que él. No se había creído en absoluto aquello de que se había terminado el atractivo de California. Le daba la sensación de que era la clase de mujer que andaba de acá para allá, según le apetecía.


Aquella era otra razón de peso para mantenerse alejado de ella. ¿Por qué invertir energía alguna en una mujer que no estaría allí el tiempo suficiente como para que él pudiera aprender algo más que su nombre…? Se dio cuenta de que, en realidad, ni siquiera sabía su nombre completo. Sólo que se llamaba Paula. ¿A qué se debía tanto misterio? ¿Es que no veía motivo alguno para sincerarse con los empleados?


—No seas estúpido, Pedro —musitó, mientras se montaba en su caballo y se dirigía a las colinas, para ver si podía encontrar a aquellos caballos.


No era que Paula «como se llamara» fuera importante para el esquema de su vida. ¿Por qué debía importarle el secreto que estuviera guardando o lo esnob que pudiera ser? 


Mientras hiciera lo que Esteban le había pedido y no se metiera en su trabajo, el resto no importaba, ¿no?


Sin embargo, Pedro no había alcanzado la treintena sin un poco de honradez y sinceridad consigo mismo. Sabía que le importaba porque aquella mujer lo atraía. Había puesto sus percepciones boca abajo desde el momento en que se habían conocido. La capacidad que tenía para sorprenderle lo intrigaba más de lo que debería. Le daba la sensación de que solo iba a terminar metiéndolo en líos…


Aquello solo significaba una cosa. Por su propia tranquilidad, necesitaba mantenerse bien alejado de ella.




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