sábado, 27 de agosto de 2016

ESCUCHA TU CORAZON: CAPITULO 20




Pedro


—Paula, despierta.


Son las ocho de la mañana y, aunque lo que me gustaría es quedarme con mi preciosa inquilina en la cama, el destino parece tener otros planes para mí.


—¿Qué pasa? —inquiere entre bostezos.


Joder, es que está guapa hasta recién levantada. Con el pelo revuelto, sin una pizca de maquillaje y en ropa interior. 


Anoche el calor inundó la habitación así que el pijama de franela se quedó en el armario.


—Acaba de llamar Maria —explico—, al parecer Juancho no ha vuelto a casa y, por lo que cuentan los últimos amigos que lo vieron salir de la sidrería parece ser que se metió por el monte.


—¿Cómo?


—Se ve que iban todos igual de borrachos que él y no se atrevieron a seguirlo. Maria lleva una hora contactando con ellos y es lo único que ha averiguado.


—¿Crees que puede haberle pasado algo? —murmura asustada.


Se nota que le ha cogido cariño al viejo pese a llevar solo unas semanas con él, pero bueno, también me lo ha cogido a mí en el mismo tiempo.


—Espero que simplemente se haya quedado dormido en alguna parte. No sería la primera vez. Hace poco apareció dormido en la granja.


—Dios, a este hombre hay que llevarlo a alcohólicos anónimos.


—A veces no es tanto por lo que ha bebido como por el miedo que tiene de la bronca que le va a caer.


—Maria no es tan mala —protesta.


—Sea como sea, me voy a buscarlo ahora mismo —le digo—. Conozco bastante bien la zona.


—¿No deberíais avisar a la guardia forestal? ¿A Protección Civil? ¿A alguien?


—Maria prefiere que vaya yo a buscarlo. No quiere jugársela a que nos cobren los de Protección Civil. Ahora te crujen por los rescates en montaña de gente que no ha atendido a las alertas meteorológicas, por adentrarse en zonas prohibidas o por no ir equipado de acuerdo a la actividad que se realiza.


—Desde luego, Juancho no iba equipado.


—No. Y quién sabe dónde se habrá metido.


Le doy un beso en los labios a Paula, que se queda en la cama y maldigo al imbécil de Juancho por estropear mi primera mañana con ella. Con lo que me gustan a mí los polvos mañaneros… ¡Cuando lo encuentre se va a enterar!


—¿Estarás bien?


Me fastidia separarme de ella pero me encanta ver que se preocupa de verdad por mí. No hay más que ver el miedo en sus ojos.


—Tranquila. Yo he hecho escalada y esto no es más que un poco de senderismo. Cuando vuelva, te contaré mi aventura subiendo el Aconcagua.


Me pongo un pantalón cómodo, unas botas de montaña, un forro polar y el cortavientos, y me dispongo a salir.


Pedro, ¿esto no es una imprudencia?


—No seas miedica, mujer. A la hora de comer estaré de vuelta seguro. Lo que tarde en localizarlo, pero no te angusties que conozco estos montes como la palma de mi mano.


—De acuerdo —acepta—. Te doy hasta mediodía. Si a esa hora no has regresado hablaré con Maria y avisaremos a Protección Civil.


—Hecho.


—No voy a perder en el mismo día al director de mi oficina y a mi… a mi… ¿casero? —exclama sin saber muy bien con qué palabra describirme.


—Ya le buscaremos un nombre a esto luego. Tengo que irme.


Me gusta ver cómo para Paula lo de anoche ha sido algo más. Para mí también. Me jode pensar que si la semana pasada yo no me hubiera comportado como un capullo nos habríamos ahorrado una semana de estar separados. Me habría ahorrado una semana de sufrimiento. Una semana tratando de estar alejado de alguien a quien quiero tener a mi lado. Puede que Paula no sea el tipo de mujer que yo hubiera deseado para mí, pero es la mujer que quiero.


¿Qué solo hace quince días que nos conocemos? Sí. Pero a veces conoces a gente durante mucho más tiempo para darte luego cuenta de que no son como pensabas. En cambio ella, es transparente. Me dice lo que le gusta y lo que no, es sincera en cuanto a que no le gustan ni el campo ni mi vida y, aun así, lo acepta para estar conmigo.


Yo todavía estoy sorprendido con los sentimientos que despierta en mí, pero ya no voy a apartarla de mi lado.


Me dirijo al frondoso bosque de hayedos que hay junto a la sidrería a la que fuimos la noche anterior con todos estos pensamientos bulléndome en la cabeza y con una sonrisa de tonto en la cara. Ese es el efecto que Paula provoca en mí.


Bueno, esto va a ser fácil. Con seguir el sendero será más que suficiente. Me juego el cuello a que Juancho se ha quedado dormido bajo un árbol. ¿A cuento de qué se le antojaría meterse en el monte?


Camino, camino y sigo caminando. No hay rastro del director de banco por ninguna parte. Estoy ya bastante metido en el bosque y me cuesta creer que, en el estado en el que debió salir de la sidrería, haya llegado tan lejos, pero como me niego a pensar que se haya desviado de la ruta, no me detengo.


Quince minutos más tarde empieza a llover y Juancho sin aparecer. ¡Se va a enterar cuando lo pille!


Empapado de pies a cabeza y con una mala hostia que crece por momentos avanzo sin parar hasta que lo veo: tumbado sobre una gruesa piedra que hay debajo de un haya. Joder, está diluviando y este tío durmiendo tan pancho sin enterarse. ¡Menuda cogorza debe llevar!


Me acerco a él y lo zarandeo, ¿cómo puede dormir con la que cae?


—¡Despierta, Juancho! ¡No me jodas!


Abre los ojos y me mira sorprendido.


—¿Qué hacemos aquí?


—Ay, Juancho, si yo te contara… pero mira, me tienes tan calentito que voy a dejar que te lo cuente tu mujer.


—¿Mi mujer?


—Sí, la misma a la que le diste el sí quiero en la parroquia de Arrarats hace ya unos cuantos años. A ver si se te mete en la mollera que no puedes salir a beber todos los días. —Lo cojo de un brazo y lo levanto—. Nos vamos para casa y espero que hoy te caiga una buena porque te la mereces. Y que sepas que si fuera por mí, ibas de aquí a una clínica de desintoxicación seguro.


—Pero…


—Ni peros ni nada, Juan Ignacio —murmuro cabreado—. Esto ya se pasa de castaño oscuro. ¿A santo de qué te metiste en el bosque?


Agacha la cabeza y calla.


—Por algo sería.


—Quería coger hongos.


—¿Hongos? ¿Pero tú te has vuelto loco o qué? Faltan meses para que empiece la temporada.


Juancho permanece cabizbajo.


—En realidad, alguien dijo que vio una seta, yo fui a buscarla y, cuando quise darme cuenta, me había perdido. Así que me senté aquí a esperar que alguien viniera a buscarme. Y, ¡así ha sido! —exclama eufórico.


—Está bien, está bien. —No sirve de nada discutir con él. Lo mejor será regresar cuanto antes.


Me giro para volver hacia el camino y me doy cuenta de que junto con el chaparrón que nos acompaña ha llegado una espesa niebla que ha comenzado a cubrirlo todo. Tanto que casi no veo a Juancho y lo tengo frente a mí. Tanto, que ya no se ve el sendero.


¡Ahora sí que la hemos hecho buena!


En un último y desesperado intento porque salgamos del bosque, me lanzo a buscar el camino por pura orientación. 


Agarro a Juancho de la mano que me sigue sin protestar. 


Creo que el pobre ni se atreve. A los pocos minutos soy consciente de que mi orientación ha sido nula porque estoy convencido de que hemos ido justo en dirección contraria.


Menuda cagada. Ahora sí que estamos perdidos de verdad.


Me percato de que nos hemos topado con algo. Tras palpar un rato me doy cuenta de que es la propia montaña y, entonces, como un regalo caído del cielo, veo la entrada a una pequeña cueva.


Entramos y nos sentamos. Al menos estaremos guarecidos de la lluvia. Utilizo el móvil para iluminarnos: es una gruta preciosa, llena de estalactitas en el techo. Ojalá pudiera usarlo también para llamar pero la cobertura escasea por aquí. Por no hablar de que voy a quedarme sin batería.


—Pues nada, amigo, ahora no nos queda otra que quedarnos quietecitos aquí y rezar para que nos encuentren —digo—. Y te aviso, cuando nos encuentren: ¡nos va a caer la del pulpo!


Ya solo nos falta que aparezcan las brujas de Zugarramurdi.






3 comentarios:

  1. Qué buenos caps Ojalá los encuentren rápido jajaja. Me divierte esta novela.

    ResponderBorrar
  2. Muy buenos capítulos! Juan Ignacio es terrible! Ojalá los encuentren rápido

    ResponderBorrar
  3. Jajaja genial los capítulos!!! Pau se va a preocupar y a juncho lo van a hacer cagar jajaja

    ResponderBorrar