sábado, 9 de julio de 2016
¿ME ROBARÁS EL CORAZON?: CAPITULO 22
–Papá no irá a la cárcel –Pedro apretaba el móvil con una mano y miraba la noche mientras su hermano le gritaba al oído.
En las tres últimas horas se había mezclado con la multitud en la inauguración de la muestra de joyas. Había observado, escuchado, pendiente en todo momento de posibles problemas y de Jean Luc Baptiste. No había encontrado nada. Si estaba allí, se había convertido en un maestro del disfraz en el último año.
Pedro sentía la tensión que lo acompañaba en los trabajos.
Y la conversación con su hermano aumentaba aún más esa tensión.
–Teresa me lo ha contado todo –repitió Paulo–. ¿Esa mujer te está chantajeando? ¿Tiene pruebas contra nuestro padre y tú te acuestas con ella?
–Yo no… –Pedro se interrumpió y respiró hondo. No estaba dispuesto a admitir que todavía no se había llevado a Paula a la cama–. A ti no te importa con quién me acuesto yo.
–Si tu amante amenaza a la familia, sí me importa.
Pedro se sonrojó.
–¿Tú crees que yo pondría en peligro la seguridad de nuestro padre? –preguntó en un susurro tenso? Soy yo el que intenta que papá y tú dejéis de robar para que evitéis la cárcel.
–¿Estás cambiando de tema?
–No, solo te recuerdo quién es el hermano mayor –replicó Pedro–. No me sermonees sobre lo que hago por nuestra familia, Paulo.
Hubo un largo momento de silencio y Pedro casi pudo ver a su hermano calmándose.
–Muy bien. Pero papá y yo llegaremos en un par de días y quiero conocer a esa mujer.
Pedro miró la playa. La luz de la luna era lo bastante brillante para distinguir la figura de una mujer que caminaba sola por la orilla. Tardó un segundo en reconocer a Paula. Se suponía que ella se iba a quedar en la suite. ¿Por qué nunca le hacía caso?
–La conocerás –dijo–. Y serás amable o me enfadaré.
–Yo siempre soy amable –protestó Paulo.
Pedro notó otra figura solitaria que paseaba por la playa. Un hombre. E iba directo hacia Paula. Ella miraba el mar y no era consciente de la presencia del hombre. Frunció el ceño y siguió mirando al hombre. Algo en él le preocupó lo suficiente para despedirse rápidamente de Paulo y cerrar el teléfono.
Saltó por la barandilla y echó a correr por la arena.
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