sábado, 30 de abril de 2016

MI CANCION: CAPITULO 18





La primera sorpresa que se llevó Paula al llegar a Londres fue descubrir que iba a tener que alojarse en la casa de Pedro durante las dos noches que iban a pasar en la capital. Al parecer todos los demás miembros de la banda tenían casas en la ciudad, y Raul también. Pero Pedro no había tardado en vetarle cuando se había ofrecido a alojarla en su casa.


En ese momento ya era demasiado tarde como para organizar una alternativa, así que Paula no había tenido más remedio que guardarse las dudas y aceptar. Lo más importante era la actuación y definitivamente tenía que causar una buena impresión.


Cuando llegaron al emplazamiento del concierto, no obstante, situado al oeste de la ciudad, tuvo que cambiarse en el aseo porque, después del ensayo, la prueba de sonido y la reunión con el gerente del lugar, ya no había tiempo para volver al apartamento de Pedro y arreglarse allí.


Frunciendo el ceño, hizo todo lo posible por maquillarse delante de los viejos espejos del servicio. El corazón se le salía del pecho y la mano le temblaba.


Unos minutos más tarde fue a reunirse con el resto de la banda en el backstage. Se sentía como una niña pequeña que juega a ponerse los vestidos de su madre. Raul caminaba de un lado a otro, charlando animadamente. 


Delante de la plataforma del escenario se agolpaba la multitud y el aire estaba cargado de tensión, como cuando un relámpago anuncia la tormenta.


Corría el rumor de que muchos de los antiguos seguidores de Blue Sky habían ido al concierto para apoyarles en su regreso con una nueva vocalista. Como era lógico, Paula temía no pasar la prueba de fuego.


Raul le había dicho que su estilo era muy distinto al de Marcia, pero que eso era algo positivo. Su potencia vocal encajaba a la perfección con el estilo de la banda.


«Es la combinación perfecta, divina», le había dicho con una sonrisa.


¿Dónde estaba Pedro? Había estado con ellos hasta una media hora antes. Había comentado algo respecto a unos preparativos de última hora y había desaparecido.


–¿Todo el mundo está bien?


De repente estaba allí, y su sonrisa iluminaba el pequeño espacio del lateral del escenario como un faro en mitad del mar. Sus ojos la buscaron de inmediato.


–Estás impresionante.


Incluso mientras hablaba, Pedro pensó que se había quedado corto con las palabras. Estaba radiante como una estrella. El top morado que habían escogido dibujaba su silueta perfecta y la larga falda negra acariciaba su abdomen plano y las curvas de sus caderas como si se la hubieran hecho a medida.


–Confía en mí. No tienes nada de qué preocuparte. Solo tienes que salir ahí fuera y cantar como cantas en los ensayos. Si te pones nerviosa, mírame a mí. Yo estaré ahí delante en cuanto salgáis.


–Muy bien. Eso haré… Eso puedo hacerlo –Paula logró esbozar una sonrisa a duras penas.


Raul deslizó las manos a lo largo de sus brazos y le dio un beso en la mejilla.


–Para que tengas suerte, preciosa… aunque no vas a necesitarla.


Paula apenas abrió los ojos durante los primeros compases de la primera canción. Era mucho más fácil olvidarse de la multitud para poder cantar. La ruidosa bienvenida de los fans la había tomado por sorpresa al salir al escenario. No esperaba tanta efusividad.


Nadie la conocía todavía y tenía muchas cosas que demostrar…


Sin embargo, no tardó en dejarse llevar por la música y por las ganas de cantar. Comenzó a llevar el ritmo dándose palmadas en el muslo y poco a poco empezó a disfrutar del momento. Estaba segura de que actuar para un público era una descarga de adrenalina increíble, y no se equivocaba. 


Nada de todo lo que había experimentado en su vida hasta ese momento le había parecido tan perfecto, tan placentero.


En ese momento abrió los ojos. Y fue entonces cuando vio a Pedro.


Él estaba allí, dando palmas junto al resto de la gente, observando en silencio. Sus rasgos hermosos no pasaban desapercibidos para nadie y algunas chicas le lanzaban miradas furtivas. Soltando el aliento lentamente, Paula le dedicó una sonrisa rápida y entonces se volvió una vez más hacia el mar de rostros que tenía delante.


Mucha gente les hacía fotos con las cámaras de los teléfonos móviles. Casi podía sentir la sensación de sorpresa en el aire, el placer… Santiago Bridges marcó otro redoble para darle ánimos y Mauro Casey se acercó un poco.


–Les vas a tener comiendo de tu mano, Pau –le dijo al oído.


Y así fue. Para cuando terminaron la última canción, se había metido a toda la gente en el bolsillo. La gente aplaudía, gritaba, saltaba…


Ya de vuelta en el backstage, se vio asediada por un río de admiradores, miembros del equipo y fans que deseaban darle la enhorabuena, y se abrió camino entre ellos hasta llegar a una pequeña sala donde les esperaba una botella de champán… cortesía de Pedro. Paula apenas pudo saborear la exquisita bebida. Todo parecía tan surrealista. Lo que sí notó, no obstante, fue el roce del brazo de Pedro alrededor de su cintura.


Aunque el gesto pudiera suscitar especulación, nadie se atrevió a hacer la más mínima insinuación. Raul, por su parte, les observó con el ceño fruncido durante un instante y entonces gritó que necesitaba otra cerveza, sin dirigirse a nadie en particular.


La sala se vació rápidamente y el equipo de montaje cargó la furgoneta. Tank y Dave habían trabajado muchas veces con Pedro y sabían qué tenían que hacer en cada momento.


Raul apartó a Paula un momento justo cuando iba a subir al coche de Pedro. Este le había dado sus llaves y le había dicho que no tardaría mucho en regresar. Aún estaba dentro, ultimando detalles para la actuación del día siguiente, la última en Londres. Le había dicho que la segunda noche habría mucha más gente porque la prensa ya se habría hecho eco del éxito de la banda gracias a los comentarios de la gente en las redes sociales y acudirían al evento en masa.


Mientras Paula esperaba a que Raul hablara, comenzó a llover.


–¿Pasa algo? –le preguntó, ansiosa.


–No lo sé. Dímelo tú.


–Ahora sí que estás siendo un poco críptico –Paula intentó esbozar una sonrisa, pero enseguida se dio cuenta de que Raul no estaba de buen humor precisamente.


–¿Pasa algo entre Pedro y tú?


Paula sintió que el corazón se le caía a los pies.


–Y no me digas que no sabes de qué estoy hablando.


–No hay nada entre Pedro y yo. Cuida de mí y me ha ayudado a encajar en la banda. Eso es todo.


–No podemos permitirnos otro tropiezo después de lo de Marcia. Si terminas marchándote del grupo porque te has involucrado demasiado con Pedro, eso tendrá consecuencias para el grupo. No creo que se merezcan algo así después de lo mucho que han trabajado, ¿no crees?


–No. Por supuesto que no –Paula levantó la barbilla–. No te preocupes, Raul. Para mí el grupo es lo primero. Además, no tengo ganas de meterme en una relación con nadie.


«Mentirosa. Nadie quiere estar solo para siempre», dijo una vocecilla en su interior.


–Entonces veo que nos entendemos bien –dijo Raul, secándose las gotas de lluvia que le caían sobre la mejilla.


–¿Qué es lo que hay que entender exactamente? –preguntó una voz masculina.






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