lunes, 21 de marzo de 2016
EL HUESPED: CAPITULO 4
A la mañana siguiente cuando me levanté, lo primero que hice, después de tomarme mi vaso de zumo, fue bajar como todos los viernes al mercadillo. Aunque no solía comprar nada, me encantaba ver todo lo que ponían en los puestos.
Después de caminar un largo rato, decidí sentarme en una terraza y pedir un té con limón. Mientras se enfriaba un poco jugueteaba con mi móvil hasta que me percaté de que retiraban la silla de enfrente mía, para sentarse.
Miré sobresaltada y… ¡Era Pedro!
─ Hoo… hola ─ Dije algo desconcertada y mirando hacia todos los lados por si alguien me veía con él.
─ Hola Paula ¿Qué te preocupa?
─ Nada ¿Por qué lo pregunta?
─ No estás en el trabajo, puedes tutearme ─ me dijo mientras me guiñaba su precioso ojo gris ─ y también puedo invitarte a algo ¿No?
─ No creo que sea buena idea ─ Contesté con lo que mi cabeza me dictaba, no con lo que me gritaba mi corazón.
─ Bueno, no quiero molestar, seguramente estés esperando a tu novio, disculpa mi osadía ─ Dijo levantándose de la mesa.
¿Novio? ¡Pensaba que tenía novio!, no fui capaz de decirle que no era así, y por una parte era lo mejor que podía haberme pasado, ya que de ninguna manera quería que la cosa fuese a más.
Esa noche cuando fui a trabajar, rezaba porque no me tocara su habitación, y cuál fue mi sorpresa al ver que no me
había tocado, esa noche le tocó a David. Así que aunque con pena, era lo que quería. Hice mi trabajo y cuando terminé, a punto de irme, me dijo Arturo, el jefe de cocina, que me reclamaban en recepción. Cuando llegué ahí estaba María, con cara de picara, y con una medio sonrisa.
─ ¿Qué pasa María? Estaba preparando todo ya para salir.
─ ¿Sí? Pues creo que tienes otros planes mejores.
─ ¿Qué planes? ─ Dije algo molesta ya que me daba la impresión de que se reía de mí.
─ Habitación 122 ─ Dijo quedándose en silencio
─ ¿Qué pasa en la habitación 122?
─ El Sr. Pedro, ha pedido una botella de champán y solicita que la lleve “Paula” ─ Dijo dándome un codazo.
No podía creerlo, ¿este hombre qué se había propuesto hacer, que me echaran de mi trabajo? Fui a por la botella, y subí dispuesta a cantarle las cuarenta, aunque lo pensé mejor por el camino, solicitó dos copas, eso es que esa noche tendría compañía. Llamé a la puerta algo nerviosa, seguro que estaría con una de esas chicas de la noche anterior. Me abrió y me pidió que lo dejara en la mesa.
Cuando me giré para comenzar a sacar el carro de la habitación, me encontré con que él estaba detrás de mí, ofreciéndome una hermosa rosa roja. La sangre se me quedó helada, no esperaba aquello para nada.
─ Pedro, no creo que cuando venga tu… amiga, le guste ver que me has regalado una flor─ Contesté intentando
esquivarle para salir de allí cuando antes.
─ “Mi amiga” si quieres llamarla así,eres tú ─ Dijo acercando sus labios a los míos haciendo que nos fundiéramos en un deseado beso, el cual aceleró mi pulso.
Los días iban pasando, y siempre hacía porque nos encontráramos y robarme algún beso. Yo lo llevaba totalmente en secreto, no quería que esa tontería que teníamos afectara a mi trabajo, ya que sabíamos perfectamente que tendría fecha de caducidad, exactamente un día después de la boda, o dentro de tres días exactamente. Por mi parte no quería ni pensarlo. Me encantaban esos encuentros fugaces, las miradas y sonrisas que nos dedicábamos que expresaban nuestro deseo. Pero de ahí tampoco quería que pasara.
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