lunes, 21 de marzo de 2016

EL HUESPED: CAPITULO 5



EL DÍA DE LA BODA…


Ese día doblábamos horas todos en el hotel, había que preparar la capilla, el salón, y para mi desgracia, me tocaba servir en la boda. Por más que le rogué al jefe de cocina el día anterior que no me pusiera a servir en la boda, ignoró completamente mis súplicas. Miraba mi cuadrante del día, pensando en si sería capaz de hacer mi trabajo sintiéndome observada por Pedro. Si algo había descubierto de él en esos días es que siempre encontraba un sitio donde no hubiera nadie para deleitarme con sus tiernos besos, y eso me ponía bastante nerviosa, ya que sabía que el metre como siempre querría que todo saliera a perfección y no sabía si yo ese día estaría a la altura.


La ceremonia comenzó a las ocho de la tarde. Mientras se celebraba nosotros ultimábamos detalles en las mesas y preparábamos las bandejas de canapés y bebidas que se ofrecerían antes de pasar al comedor en el amplio jardín de la parte trasera. Cuando empezaron a salir los invitados, ya estábamos todos en nuestros puestos con las bandejas, y conforme comenzaron a formarse pequeños grupos que hablaban entre sí, nos acercábamos ofreciendo lo que llevábamos, cuando la bandeja quedaba vacía, volvíamos a la cocina a recargar. Algo que me alivió bastante fue no ver a Pedro en ningún sitio, aunque también me provocaba cierta curiosidad saber dónde se encontraría.


Una vez estábamos ya en el comedor pude verle, estaba sentado en la mesa de los novios, sentado al lado de la novia, muy guapo con un traje negro, me dedicó más de una mirada, y un guiño, haciendo que mi piel se erizara y me sintiera especial.


Mientras todo el mundo se encontraba en el baile, a la una de la mañana, nosotros recogíamos todo. Tenía un dolor de pies grandísimo, y solo pensaba en poderme sentar, pero teníamos que dejar impecable el salón.


─ Paula, ¿por qué no vas a por los manteles limpios?, yo me encargo de terminar de recoger la vajilla ─ Me dijo Rubí.


─ Esta bien ─ Conté las mesas rápidamente y me fui a la lavandería, con todo lo sucio.


Una vez allí, metí los manteles y servilletas sucios en las lavadoras industriales que teníamos y los puse a la lavar. Ya estaba dispuesta a coger los limpios cuando escuché cómo la puerta se cerraba de un portazo haciendo que me girara para verle a él.


─ ¿Cómo demonios sabías que estaba aquí? ─ Pregunté sorprendida por su inesperada visita.


─ Paula, sé todo de ti ─ dijo acercándose a mí.


Cuando quise darme cuenta, estaba en sus garras. Me tenía agarrada por la cintura con uno de sus brazos y me besaba con una enorme pasión con su juguetona lengua, mientras su otra mano acariciaba mi cuello, comenzando a descender por mi escote, para acabar en mis senos haciendo que mi sexo se humedeciera por el deseo que sentía en ese momento. Me empujó contra una de las paredes que estaban vacías, y, con una facilidad asombrosa, me subió la falda comenzando a frotar contra mí su abultado miembro, el cual no entendí cómo no le cortaba la circulación ese pantalón que se lo marcaba más aún.


─ Pedro


No pude pronunciar nada más porque me mandó callar mientras besaba mi cuello, no sé cómo lo hacía pero me estaba volviendo completamente loca. Le deseaba, quería sentirle dentro de mí, llevaba varios días con los besos y las tímidas caricias, pero hoy… hoy le necesitaba, necesitaba sentirle completamente mío. Y así fue cuando
introdujo con sumo cuidado su miembro dentro de mí, dejando que la pasión nos hiciera explotar en un mundo de sensaciones extremas llegando al éxtasis total.


No quería que terminara ese momento, estuvimos un rato observándonos en silencio, hasta que sonó mi teléfono, lo
cual me hizo volver a la realidad, ¡Estaba en mi trabajo y me esperaban en el salón!


─ Dime Rubí ─ Contesté enseguida.


─ ¿Cómo tardas tanto? He mandado a David a ayudarte.


─ Oh, es que no era capaz de hacer funcionar una de las lavadoras pero ya está solucionado, voy para allá.


Me recompuse como pude la ropa y cogí corriendo los manteles y las servilletas.


─ No te muevas de aquí, hasta que no sientas que nos hemos ido ─ Le ordené a Pedro, el cual me respondió con su típico guiño.


Salí por la puerta y ahí estaba David, “¡Por los pelos!” pensé. 


Le di los manteles y comencé a andar hacia el salón,
mientras él me seguía sin pronunciar ni una sola palabra.


Una vez terminamos, me fui a casa, sin poder volver a ver a Pedro, para ello hubiera tenido que entrar en el baile y hubiese sido una forma de delatarnos, aunque me hubiera encantado poder hablar con él después de lo que había sucedido. Pero bueno, esperaba poder por lo menos hablar con él al día siguiente antes de que se fuera. Me pasé a ver a María como siempre antes de irme, necesitaba que me dijera a qué hora abandonaban el hotel, pero para ello
debía contarle lo sucedido.


─ ¡Madre mía Pau! Espero que no se entere nadie.


─ Si tú no lo cuentas, no se enterará nadie ─ Le respondí.


─ Yo no diré nada, te lo prometo ─ Me dijo mientras miraba el ordenador ─ La habitación la dejarán mañana a las seis de la tarde.


─ ¡Gracias María, te debo una!


No conseguía conciliar el sueño, pensando en que no quería que ese hombre se fuera de mi vida, aunque cuando decidí dejar que su enorme atractivo me sedujera sabía, de sobra, que solo era un ligue de verano y que este momento llegaría.


No sé en qué momento, pero me dejé llevar por los brazos de Morfeo, pensando en mi príncipe de ojos grises







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