sábado, 16 de enero de 2016

DESTINO: CAPITULO 23




Durante el partido de baloncesto, Paula llegó a la conclusión de que, efectivamente, se había enamorado de él.


Como no entendía el juego ni le importaba en exceso, se dedicó a observar a Pedro con atención y a estudiar su forma de relacionarse con los chicos. Era alocada y algo indulgente, pero también firme. Se mostraba interesado por las cosas que le decían, pero sin llegar al halago falso. Y aunque Joaquin mantenía su actitud distante, hacía lo posible para que no se sintiera fuera de lugar. Durante la vuelta a casa, los más pequeños se quedaron dormidos. Sin embargo, David, Tamara y Pablo se dedicaron a charlar sobre el partido y sobre los planes para el día siguiente.


–Se me ha ocurrido que podríamos ir al festival de arte de Coconut Grove –dijo Pedro–. ¿Que os parece?


–¿Arte? Qué horror –se quejó Pablo.


–Es al aire libre. Habrá música y montones de comida.


–En ese caso…


–A mí me parece bien –dijo Tamara.


–Entonces, iremos. Pero tendremos que comer con Lisa y Tobias… Van a hacer una parrillada y nos han invitado.


Paula lo miró con sorpresa.


–¿Cuándo has hablado con ellos?


–A principios de semana.


–Ah…


En cuanto llegaron a la casa, los chicos desaparecieron en sus respectivas habitaciones y los dejaron a solas. Pedro la tomó entonces de la mano y se la acarició, pero se dio cuenta de que estaba extrañamente tensa.


–¿Te ocurre algo?


–No –dijo con brusquedad.


–No mientas, Paula… Ella suspiró.


–Ocurre que Lisa y Tobias son amigos míos.


Pedro la miró sin comprender nada.


–Sí, ya lo sé. Y también son amigos míos. Te recuerdo que Tobias es mi socio… ¿Se puede saber qué te pasa?


Paula sacudió la cabeza.


–Discúlpame, Pedro. Supongo que me ha molestado que hicierais planes sin consultarlo conmigo. Pero es una tontería.


Pedro la llevó al sofá y se sentó con ella.


–Has estado enferma casi toda la semana. No te quería molestar con los detalles –declaró–. Además, prefería que no participaras en nuestros planes.


–¿Por qué?


–Porque necesitas descansar. Pero, si hubieras participado en la organización del viaje, habrías incluido visitas a las librerías de Miami para comprar textos de psicología.


Ella sonrió.


–Es posible que lo haga… –dijo con tono de desafío–. Además, le he prometido a Tamara que la ayudaría a comprarse un vestido. Puede que me la lleve de tiendas cuando salgamos de la casa de Lisa y Tobias.


–De eso, nada. Las compras las dejaremos para el lunes.


–¿Para el lunes? Los chicos tienen colegio, y yo tengo que volver a la consulta.


–Los chicos no tienen colegio. El lunes es fiesta, por si no lo recordabas –observó–. Y en cuanto a ti, sé que solo tenías una cita… Pero he hablado con tu recepcionista y he conseguido que la cambie de fecha.


Paula se apartó de él, enfadada.


–Maldita sea, Pedro, no tenías derecho a hacer una cosa así. Nos marcharemos el domingo, digas lo que digas.


–Tranquilízate, Paula. ¿Por qué vamos a desperdiciar un día?


–No me voy a tranquilizar –bramó ella, fuera de sí–. Y volveremos el domingo porque lo digo yo, por eso.


Pedro rompió a reír.


–Está bien. Si insistes en que volvamos el domingo y en que los chicos se lleven un disgusto, volveremos el domingo.


Lejos de calmarla, el humor de Pedro solo sirvió para que se enfureciera más. Justo cuando necesitaba una excusa para pelearse con él, se mostraba encantador y comprensivo. Pero la necesitaba de verdad. Era la única forma de aliviar la tensión que sentía; la única forma de sacarse a Pedro de la cabeza y de dejar de pensar en sexo.


–Eres un maldito…


–Dios mío. Ya estás maldiciendo otra vez.


–¡Vete al infierno!


–Pau, te recuerdo que los chicos están cerca.


–Los chicos están en la cama.


–¿Y eso justifica tu lenguaje? –dijo con ironía–. Me sorprende tu actitud.


–Eres… eres…


–¿Encantador?


–No. Irritante.


–Pero me amas.


–Yo no te amo.


De repente, él la alcanzó, la sentó en su regazo y asaltó su boca sin más. Cuando por fin pudo recobrar el aliento, Paula abrió los ojos y lo miró.


–Mentirosa –dijo Pedro con una sonrisa.


Él la besó de nuevo y ella susurró contra sus labios:
–Que Dios me ayude si tienes razón.





2 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! que paciencia Pedro! es un santo!

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  2. Ayyyyyyyyyyyyy, admiro la paciencia que tiene Pedro jajajaja. Y Pau que no quiere dar el brazo a torcer jajajaja. Buenísima esta historia.

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