sábado, 16 de enero de 2016

DESTINO: CAPITULO 21




Paula se despertó por la tarde, al sentir en la almohada lo que parecía ser una cajita envuelta en papel de regalo. 


Tenía la vaga sensación de que Pedro se la había puesto en la mano, pero se había quedado dormida y no lo recordaba bien.


Cuando la miró, vio que era larga y estrecha, como las cajas de plumas y bolígrafos. Sin embargo, Paula tuvo la seguridad de que no sería una pluma, y se empezó a poner nerviosa. 


No quería que Pedro le regalara joyas. Le parecía un detalle demasiado personal, demasiado importante, demasiado íntimo. Sobre todo, en el día de San Valentín.


–¿No lo vas a abrir?


Ella se sobresaltó al oír la voz de Pedro, que acababa de llegar.


–No sé si es lo más adecuado.


–¿Por qué no?


–Porque no deberías hacerme regalos.


Los ojos de Pedro brillaron con una mezcla de sarcasmo e indignación.


–¿Ahora te preocupan mis finanzas? Te aseguro que me lo puedo permitir…


–No te hagas el tonto. Sabes de sobra que no lo he dicho por eso.


–No, por supuesto que no. Lo has dicho porque no tienes la costumbre de aceptar regalos de hombres.


–En efecto.


–Pues deberías acostumbrarte. Mereces que te hagan regalos, y yo me voy a encargar de que los recibas –dijo con determinación–. Anda, abre esa caja de una vez. De lo contrario, tendré que recordarte que aprender a recibir es tan importante como aprender a dar.


Paula pensó que tenía razón, y que quizás estaba reaccionando de forma exagerada. A fin de cuentas, solo era un regalo.


Lentamente, le quitó la cinta decorativa. Luego, con la misma calma, empezó a despegar los pequeños fragmentos de celo que cerraban el papel. Pero tardaba tanto que Pedro le quitó la cajita con frustración.


–Los regalos no se abren de ese modo –dijo–. Se abren así.


Pedro arrancó el papel con un tirón fuerte y le dio la cajita.


–Mi forma de abrir las cosas es mucho mejor –afirmó ella–. Si vas despacio, lo saboreas más.


–Pues lo siento. Yo no tengo tanta paciencia.


–Ya me había dado cuenta.


Paula abrió la cajita y soltó un suspiro ahogado al ver que contenía una delicada cadena de plata de la que colgaba un diamante con forma de corazón.


–Nunca había visto nada tan bonito…


–Me alegra que digas eso, porque ese corazón es un símbolo del mío. Y mi corazón te pertenece, Pau.


Los ojos de Paula se humedecieron.


–Oh, Pedro


–¿Te gusta?


–¿Que si me gusta? Me encanta…


Pedro lo sacó y se lo puso al cuello con delicadeza. Ella se giró y, al ver sus ojos llenos de ternura, estuvo a punto de creer en el amor.




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