domingo, 27 de diciembre de 2015
UN TRATO CON MI ENEMIGO :CAPITULO 27
–…debería haberla advertido –murmuró Pedro disgustado mientras le sujetaba la mano con fuerza.
–Querías que fuera una sorpresa –le respondió Maria para tranquilizarlo.
–¡Y mira cómo ha resultado! –maldijo al mirar el delicado y pálido rostro de Paula.
–Es solo un desmayo, Pedro. Conociéndola, seguro que ha estado tan emocionada con lo de esta noche que no ha comido en todo el día.
Pedro se levantó bruscamente y se pasó una mano por el pelo.
–Solo quería que os tuviera a los dos aquí para compartir su éxito con vosotros.
–Lo sé, Pedro. Y Paula también lo sabrá y entenderá.
–¿Tú crees? –sabía que Paula era más que capaz de creer que tenía alguna razón maquiavélica para haberlos invitado a la exposición.
–Lo creo –dijo Maria sentándose ahora donde antes había estado sentado él, en el sofá al lado de Paula–. Admito que a veces mi hija puede tener mucho genio, pero no es tan terca como para juzgarte injustamente. Y lo que has hecho por ella ha sido increíblemente bondadoso.
–Pues Paula no me ve bondadoso ni por asomo.
–Bueno, creo que te quedarías muy positivamente sorprendido con lo que mi hija ve en ti –murmuró Maria secamente.
Paula supo que ese último comentario iba más dirigido a ella que a él, que su madre se había dado cuenta de que había vuelto en sí, pero que estaba disimulando.
–Cuando se despierte, tienes que contárselo todo, Pedro. Tiene que saber lo que hiciste por nosotras hace cinco años, lo que hiciste por ayudarnos a crearnos una nueva vida juntas en Gales después de que William muriera.
Paula frunció el ceño ante esa revelación, al mismo tiempo que comprendió que lo de «cuando despierte» había sido una indirecta. Y sin duda tenía que hacerlo, quedarse ahí escuchando la conversación era totalmente injusto para Pedro. Además, quería oír todo lo que había hecho por ellas.
Maria le soltó la mano a su hija antes de levantarse.
–Eres un buen hombre, Pedro, y si le das una oportunidad a mi hija, creo que descubrirás que ella también lo sabe. Y ahora creo que es hora de que baje y os deje a solas para hablar.
–Pero…
–Mi madre tiene razón, Pedro–le dijo Paula al abrir los ojos y mirarlos a los dos–. Tenemos que hablar –se incorporó lentamente.
–No estoy seguro de que debas hacer eso –le dijo él sentándose apresuradamente a su lado y tomándole ambas manos–. Puede que aún estés un poco aturdida por…
–¿Mamá?
–Voy a bajar a disfrutar del éxito de mi hija. ¿Os veré luego?
–Seguro –respondió Paula, que solo tenía ojos para Pedro.
–Ah, y Paula… –dijo su madre deteniéndose en la puerta–. Te equivocas. Pedro no es «inapropiado» de ningún modo –le aseguró antes de cerrar la puerta del despacho.
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