domingo, 27 de diciembre de 2015

PERFECTA PARA MI: CAPITULO 2





La señal luminosa que indicaba que la batería de su cámara digital se terminaba, apartó a Paula de sus cavilaciones y la trajo al presente. Debía darse prisa en terminar aquellas fotos de la casa de sus abuelos, o tendría que volver al día siguiente; siempre y cuando eso fuera posible ya que, por el aspecto del cielo y el atronador ruido del mar en los acantilados, se diría que se avecinaba una buena tormenta. 


Y si eso acontecía no sabía cuándo podría volver, pues con las fuertes lluvias el camino hasta allí se volvía intransitable. 


Ese era precisamente uno de sus encantos; estaba lejos de todo y era tan hermoso que sobrecogía.


Miró a través del objetivo de la cámara, intentando que la desnuda rama del roble centenario apareciese en primer término. La idea era que los desconchones de la fachada se
apreciaran lo menos posible. Su casa debía presentar el mejor aspecto en su Plan de Empresa, aquel informe en el que básicamente exponía su idea de la forma más atractiva posible a los bancos e instituciones. Con todo lo que había aprendido en la universidad y la ayuda de una amiga economista, Paula aguardaba que aquel dossier que llevaba días preparando terminase por conquistar a muchos inversores. Porque la reforma iba a ser cara, y ella apenas conseguía llegar a fin de mes con sus limitados ingresos.


Los abuelos le habían contado que la vivienda había sido edificada por un rico antepasado cubano como regalo para una amante, la cual, al parecer, decidió abandonarle en cuanto descubrió lo inhóspito del lugar.


La influencia de la arquitectura colonial era clara: los dos pisos y la buhardilla del desván, la doble escalinata de acceso a la entrada principal, el majestuoso pasamano de piedra al que le faltaban varios balaustres, la gran vidriera de la galería que ocupaba todo el frontal del primer piso, y que era uno de los elementos que a Paula más le apetecía ver restaurado.


El edificio había estado pintado de azul cielo pero, salvo en algunas esquinas en las que todavía se apreciaban algunos restos de pintura, nada quedaba del color original de la casa, que ahora ofrecía una triste mezcla de tonos ocres. Todo en el decadente palacete revelaba el pasado de una familia que desde hacía décadas habitaba una vivienda desproporcionada a su estatus. Pues, ¿cuántos pescadores podían mantener un palacio al borde del mar?


Paula apretó el botón de la cámara tras echar otro vistazo al desconsolado aspecto de la casa de sus antepasados. 


Estaba decidida a rescatarla de la demolición y a construir su futuro allí. Dispuesta a no prestar atención a quienes le decían que lo mejor que podía hacer era venderla, tomar el dinero que le dieran por aquella ruina, y olvidarse del asunto.






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