sábado, 10 de octubre de 2015

QUIERO UN HIJO PERO NO UN MARIDO :CAPITULO 7






«No enfado lo suficiente a la gente como para inspirar sentimiento de venganza alguno», le había dicho Paula. Casi en el mismo instante en que la puerta se cerró a su espalda, Pedro sacó un sobre del bolsillo trasero del pantalón y lo estudió. Lo había encontrado encima de una mesa, a la vista de todo el mundo, en el vestíbulo central. No dudaba de que su contenido desmentiría la afirmación de Paula. Estaba seguro de que era el autor del primer anónimo quien lo había dejado allí. Era el mismo tipo de papel color crema, con el nombre de su destinataria escrito a mano en el dorso, que el que le había mostrado Barbara.


Después de ponerse sus gafas de lectura, rasgó el sobre, sacó la única hoja y leyó: El tiempo sigue corriendo. Paga ahora o tomaré medidas. Pronto.


El texto no podía ser más sucinto. Aquellas palabras le provocaron un estremecimiento que le llegó hasta lo más profundo del alma. ¿Qué diablos podía haberle hecho Paula a esa persona para enfurecerla tanto? Porque ella tenía razón. Por mucho que provocara y desconcertara a la gente, también era la persona más dulce y generosa que había conocido. Y estrecharla entre sus brazos, saborear aquellos labios…


Cerró los ojos. Algo en aquella nota lo había alterado sobremanera. Compartir aquel beso con Paula lo había dejado tan confundido, que no podía descubrir el motivo. 


Como si percibiera su irritación, Loner se le acercó, gimiendo preocupado. Pedro le acarició la cabeza. Maldijo en silencio. 


Barbara ya se lo había advertido. Se había dado cuenta de ello desde el principio, reconociendo a un hombre que, como el lobo al que estaba acariciando, sería para siempre fiel a su compañera, amándola durante el resto de su vida. 


Durante años Pedro había sabido que su destino sería la soledad hasta que encontrara a la otra mitad de su alma. 


¿Cómo diablos podía haber sospechado que ese ser podría tomar la forma de una mujer como Paula? ¿Una mujer ajena al peligro que se cernía sobre ella?


Tensó la mandíbula.


—Nos aseguraremos de que no sufra ningún daño, ¿de acuerdo, chico?


Loner meneó el rabo y se dirigió hacia la puerta del dormitorio, impaciente.


—Vale, vayamos a buscar a Paula. No queremos dejarla mucho tiempo sola —hizo a Loner una nueva señal con la mano—. Guarda a Paula. ¿Entiendes, compañero? Guarda a Paula.


Abrió la puerta, dejando que Loner siguiera sus instrucciones. Volviendo a examinar el texto del anónimo, Pedro tomó una decisión. Esa sería la última nota que recibiría. Si llegaba otro mensaje, se lo entregaría a la policía y al diablo con Barbara. Quienquiera que fuese aquel chantajista, conocía bien a Paula. Tenía acceso a la casa.


O eso o ella se había olvidado de cerrar con llave la puerta principal, lo que constituía una posibilidad bastante probable. 


Paula caía bien a todo el mundo. Nadie tenía por qué vengarse de ella.


Nadie… excepto aquel tipo.






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