viernes, 9 de octubre de 2015

QUIERO UN HIJO PERO NO UN MARIDO :CAPITULO 6




«Ay, diablos… ».


—Maldito seas, Pedro. Sabía que no te lo ibas a tomar bien 
—Paula empezó a pasear por la habitación—. Por eso no quería decírtelo.


—¿La pequeña y tímida Vilma te robó el bolso?


—Fue un acto desesperado —se detuvo, esbozando una sonrisa—. ¿No te sientes orgulloso de que se atreviera a hacer algo tan decidido?


—¿Orgulloso?


—De acuerdo, quizá «orgulloso» no sea la palabra más adecuada. Pero ese comportamiento quiere decir que es capaz de arreglárselas sola en caso necesario.


—¿Y qué hiciste tú cuando te robó el bolso? —Pedro levantó una mano antes de que pudiera contestar—. No. Déjame adivinar. No llamaste a la policía.


—Pues claro que no. ¿Por qué habría de hacer algo tan cruel?


—No lo sé. ¿Quizás porque donde tiene que estar un ladrón es en la cárcel?


—¿Crees que nuestra pobrecita Vilma debería estar en la cárcel?


—Te corrijo: «tu» pobrecita Vilma.


—Oh, no —Paula se le acercó cada vez más, agitando sus pulseras—. No vas a evadirte de tus responsabilidades tan fácilmente. Tú también has estado trabajando con ella, lo que significa que ahora es «tuya». Por cierto, ella me robó el bolso porque se estaba muriendo de hambre y porque tenía un hermanito del que cuidar y además no podía encontrar trabajo.


—Así que te la llevaste a casa, con su hermanito Patricio, y les diste de comer.


—¿Tengo que deducir por tu tono que tú nunca habrías hecho lo mismo? —inquirió Paula, levantando la barbilla.


—Por supuesto.


—¿Qué habrías hecho tú? —en esa ocasión fue ella la que levantó la mano, impidiéndole contestar—. Oh, no. Déjame adivinar. Habrías llamado a la policía.


—Inmediatamente.


—¿De qué forma crees que eso la habría ayudado?


—Habría evitado que le hubiera robado el bolso a otra persona.


—Para tu información, no le ha robado el bolso a nadie más. Solamente cometió ese error una vez. Ahora mismo se está preparando para conseguir un empleo en vez de para ingresar en una cárcel, y se siente fatal porque cometió un delito y porque con su acto pudo haber enviado a Patricio a un hogar de acogida.


—¿Tiene alguna cualificación laboral?


—Ninguna —lo detuvo antes de que pudiera añadir algún otro comentario ofensivo—. Pero pretendo cambiar todo eso. Ya lo verás. Ese va a ser uno de mis mayores éxitos.


—Y mientras tanto su hermano y ella viven a tu cargo, junto con Rosario, Daría, Carmela, sus hijos y demás parientes, ¿no?


—Trabajan para mí, no viven a mi cargo. Y aunque lo hicieran, podría permitírmelo.


—Cariño, a mi padre le habría encantado conocerte.


Paula dejó escapar un gruñido de exasperación.


—Ya sé cuál es tu problema. Eres un cínico. Has perdido la fe en la bondad de los seres humanos.


—Creo en la bondad. Lo que pasa es que no creo que esa bondad dure mucho al lado de la desesperación o de la venganza.


—¿Venganza? Extraño, ¿no?


—¿Por qué? —Pedro la miró curioso—. ¿Es que no has conocido a nadie que quisiera vengarse de un error cometido en su contra, o de lo que esa persona percibió como un error?


—No, en absoluto. Quizá deberíamos hablar del tipo de personas con las que te codeas, en lugar de preocuparte por mí.


—¿Así que jamás inadvertidamente te comportaste de una manera que pudiera enfurecer a alguien?


—Bueno, sí. Sospecho que lo hago todo el tiempo. Mira nosotros, por ejemplo. Solo hace unas horas que nos conocemos y ya me las he arreglado para disgustarte varias veces.


—Cierto —la expresión de Pedro se iluminó—. Pero nada de lo que has hecho habría podido inspirar una apasionada necesidad de venganza.


—Menos mal —repuso ella con sinceridad—, porque si no, ahora mismo me encontraría en serios problemas…


—¿Recuerdas a alguna otra persona a la que hayas podido disgustar de una manera especial? —insistió—. ¿Alguien a quien hayas hecho enfadar seriamente?


—Esto es absurdo, Pedro. ¿Cómo hemos podido acabar hablando de esto?


—No has respondido a mi pregunta.


—Porque es ridícula.


—Por favor…


—¡Oh, diablos! —Paula se dejó caer en la cama—. No. ¿Ya estás contento? Nunca le he hecho a nadie algo tan horrible que haya podido inspirar un intenso sentimiento de venganza. Para tu información, me gustan todas las personas que conozco, y también tiendo a caerle bien a la gente —se incorporó y lo miró fijamente—. Aunque no pareces muy convencido.


—¿Qué hay del fabricante de niños al que echaste con cajas destempladas esta mañana? ¿Cómo se llama? ¿Griffith?


—¿Qué pasa con él?


—¿No te preocupa que tu rechazo haya podido enfurecerlo?


—En absoluto. No creo que se haya resentido mucho su ego. Lo superará. ¿Pero qué pasa contigo? ¿Has llegado alguna vez a irritar tanto a alguien como para provocar su venganza?


—Probablemente.


—¿Sí? —lo miró fascinada—. ¿Y qué?


—¿Qué quieres saber?


—¿Qué es lo que te hicieron?


—Nada.


—Oh —intentó no parecer demasiado decepcionada—. ¿Por qué no?


—¿Te parece acaso que soy del tipo de persona que se queda quieta mientras la atacan?


—No —un súbito pensamiento asaltó a Paula—. ¿Y yo sí?


—Me parece que eres del tipo de persona que no vería el ataque cuando se produjera, que incluso ni lo notaría y que, para colmo, terminaría haciendo las paces con esa persona —respondió Pedro, sonriendo.


—Pues te equivocas de medio a medio —sonrió Paula a su vez, con expresión triunfante.


—No lo creo.


—Yo sí —cruzó las piernas y lo señaló con el dedo índice—. Y te diré por qué.


—Esto tengo que escucharlo.


—Te equivocas porque, en primer lugar, esa situación nunca se produciría. Yo no enfado tanto a la gente como para que quiera vengarse de mí. Hablo en serio: puedo irritarlos, pero no de manera deliberada. Los frustro, pero es como una especie de divertida exasperación. Fastidio, provoco, me enfrento a la lógica. Incluso desconcierto y apabullo a la gente —sonrió—. Pero aun así, me llevo bien con todo el mundo.


La mirada de Pedro se había suavizado.


—Eres una de esas personas que caen bien a todo el mundo, ¿es eso?


—Aja.


—Casi puedo llegar a creerlo —musitó.


—Y ahora que ya hemos aclarado este punto —Paula recogió su muñeco de peluche y se levantó de la cama—, ¿estás dispuesto a empezar a trabajar o te gustaría mantener otra conversación filosófica? ¿O vas a pasar el resto del día como te sugerí para familiarizarte con la casa?


—Dame unos minutos para arreglarme y después me reuniré contigo y con Vilma en el edificio contiguo.


—Estupendo. Allí te veré —se detuvo ante la puerta y le regaló la más radiante de sus sonrisas—. ¿Te das cuenta de lo encantadora que soy? ¿Cómo podrías enfadarte con alguien como yo, y mucho menos querer vengarte? —y sin darle tiempo a contestar, salió de la habitación.






3 comentarios:

  1. jajajajajaja la estoy amando a la nove... espero los siguientes caps.

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  2. Muy buena historia! que diferencia de carácter los 2! Paula es terrible!

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