sábado, 1 de agosto de 2015

EL ESPIA: CAPITULO 30




Tres días más tarde los cuerpos aún no habían aparecido y Pedro seguía sin llamarla. El cuarto día, las autoridades holandesas emitieron un comunicado diciendo que habían localizado dos cadáveres, uno sin identificar, el otro el de Celik Antonov.


Por primera vez en toda su carrera Paula pidió a su secretaria que no le pasara llamadas y se sentó en su elegante sillón de cuero intentando respirar.


Sam estaba en la puerta, con expresión incierta.


—¿Debo enviar informes médicos y fotografías de Pedro Alfonso a las autoridades holandesas?


—No —logró decir Paula, casi sin voz—. Que hagan ellos el trabajo. Nosotros no sabemos nada de esto.


—Muy bien.


—Cancela todas mis reuniones para esta tarde. Creo que… me voy a casa.


Sus ojos se habían empañado y Sam asintió con la cabeza antes de cerrar la puerta sin decir nada. No iba a dejar que las lágrimas rodasen por su rostro en la oficina. Eso sería poco profesional.


«Piensa, Paula, piensa».


Nada era seguro, ni siquiera la muerte del niño.


Teoría uno: las autoridades holandesas habían enviado al niño a algún lugar seguro y estaban engañando a todo el mundo. Sí, le gustaba esa teoría.


Teoría dos: Celik había perdido la vida, pero el cuerpo sin identificar no era el de Pedro. Paula odiaba esa teoría, pero era mejor que la tercera.


Teoría tres: Pedro estaba muerto. Celik también.


Si era el cuerpo de Pedro el que habían encontrado entre las cenizas de la casa…


De modo que Pedro había ido a ver al niño, ¿y entonces qué? ¿Qué había ido mal?


Paula se abrazó a sí misma intentando controlarse. No podía estar tan desolada, no era posible. ¿Cómo podía haberse enamorado de Pedro Alfonso de esa manera cuando apenas se conocían? Un puñado de noches robadas y un par de cenas, nada más. Todo era muy intenso cuando estaban juntos, pero no compartían sus vidas.


No podía estar enamorada de él, era imposible.


Temblando, levantó el teléfono y marcó el número que había memorizado días antes.


—¿Elena?


—¿Paula? Quiero decir señora Chaves…


—Sí, bueno, están diciendo que Celik Antonov ha muerto y que había un hombre sin identificar con él — Paula apenas reconocía su propia voz—. Dime que sabes que no es Pedro. Dime que has hablado con él.


—He hablado con él —dijo Elena de inmediato.


Paula tuvo que contener un gemido.


—¿Me oyes? He hablado con Pedro hace dos horas. No sé de quién es ese cadáver, pero no es el de mi hermano. Lo sé con toda seguridad.


Paula no podía hablar. Tenía los ojos llenos de lágrimas y un nudo en la garganta.


—Dime algo.


—Nadie… nadie ha podido encontrarlo.


—Él es así. Yo estuve buscándolo durante casi dos años… voy a matarlo. Le he dicho que se pusiera en contacto contigo.


—Yo… —Paula intentó controlarse, pero no era capaz—. Tengo que colgar… tengo otra llamada.


«Mentirosa».


La desolación se mezclaba con el alivio cuando cortó la comunicación y enterró la cara entre las manos. Elena decía que había hablado con Pedro y ella la creía.


Estaba vivo.


Pero no había devuelto sus llamadas.


Paula se hizo pequeña, buscó ese sitio en su interior donde solía esconderse cuando era niña, ese sitio en el que podía unir las piezas de su corazón roto hasta que estaba completa otra vez.


Pedro estaba vivo y lo único que ella tenía que hacer era entender sus sentimientos por él y mantenerlos separados del trabajo.


Los holandeses decían que tenían dos cadáveres. ¿De qué le serviría a nadie que ella empezase a hurgar y descubriese que era mentira? ¿De qué serviría enfrentarse con Pedro sobre lo que había estado haciendo en los últimos días? ¿De verdad quería saberlo? En algunas ocasiones era mejor permanecer en la ignorancia.


En cuanto volviese a verlo sabría si había tenido algo que ver con la muerte o desaparición de Celik.


Le enviaría el informe de los dos cadáveres y si eso no lo llevaba allí echando fuego por la boca, si eso no hacía que montase en cólera por no haberlo enviado a él sabría que había estado en Ámsterdam.


En cuanto a su relación…


Paula empezó a hundirse en ella misma otra vez, tan débil y patética.


No necesitaba estar enamorada de un hombre al que había conocido solo unas semanas antes.


No necesitaba llorar por una falta de conexión que no había estado allí desde el principio.


Pedro no confiaba en ella y tal vez ella no confiaba en Pedro


Y sin confianza no se podía levantar una relación.







1 comentario:

  1. Wowwwwwwwww, qué fuertes e intensos los 5 caps. Me imagino lo que va a ser cuando se encuentren.

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