sábado, 1 de agosto de 2015
EL ESPIA: CAPITULO 26
Paula odiaba que el plan de otro saliese mal y acabase sobre su escritorio. Había estado vigilando al hijo de Antonov a distancia, en contacto con las autoridades y los responsables de dejar al niño con esa madre. Por el momento, la decisión había sido un desastre.
La madre del niño era una prostituta de lujo que había quedado embarazada de Antonov. Él había pagado por sus servicios y ella le había entregado al niño sin pensárselo dos veces.
Eso fue entonces.
En aquel momento, la madre de Celik se había vuelto más selectiva y trabajaba solo desde su casa en Ámsterdam. No era una delincuente y disfrutaba de su estilo de vida, no tomaba drogas ni bebía en exceso. En principio, enviar a Celik a vivir con ella al morir su padre había parecido la mejor solución.
Hasta que aparecieron los enemigos del traficante muerto.
La madre del niño era astuta, pero estaba rodeada de buitres con los que no podía lidiar. Aquella situación la superaba.
Había llegado el momento de hacer algo.
Paula levantó el teléfono para hablar con jefatura. Tenía que cubrir todas las bases, la suya incluida.
—Tengo el último informe sobre Celik Antonov delante de mí y necesito permiso para enviar a Pedro Alfonso a una misión. Él conoce al niño y la situación, de modo que le sería fácil reubicarlo en algún sitio más adecuado.
La petición era razonable. Solo estaba haciendo su trabajo, pero había algo más.
—¿Por qué Alfonso?
—Este era el caso de Pedro.
Y él se encargaría de solucionar el problema.
Hubo un silencio al otro lado y luego una voz seca, profunda, murmuró:
—Pedro, ¿eh?
—Sí, señor —Paula sabía que no pasaría desapercibido que hubiera usado el nombre de pila—. Le conozco bien y este es el único caso que compartiría con él… con su permiso, por supuesto.
Le sudaban las manos. No solo estaba en juego el bienestar de un niño sino su relación con Pedro. No le gustaría saber que ella tenía esa información y no se la había pasado, pero antes de hacerlo necesitaba permiso.
—Hazlo —se limitó a decir el jefe antes de cortar la comunicación.
Paula se pasó una mano por la cara en un gesto de alivio.
Un problema solucionado, solo quedaba otro.
Llamó a Pedro sabiendo que no iba a gustarle la triste situación del niño, pero saltó el buzón de voz. Y no consiguió hablar con él en todo el día.
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