sábado, 11 de julio de 2015
UNA MUJER DIFERENTE: CAPITULO 17
Pedro la observó desaparecer. Respiró hondo, luego soltó el aire. La retirada brusca de Paula lo había dejado aturdido... pero esa flojera exhibida al final le provocó una sonrisa. Le informaba de que había quedado tan aturdida como él... y eso lo alegraba. Porque con ese beso todo había encajado en su sitio, había adquirido una claridad nítida.
Deseaba a Paula. Probablemente desde hacía meses, sin siquiera saberlo.
Y ella había cambiado su imagen, todo su aspecto, porque deseaba a un hombre. Y ya había encontrado uno.
Él.
Era la situación perfecta en la que no se podía perder.
Sabía que ella no lo reconocería. Al menos no abiertamente.
El comentario final había dejado más que claro que no quería desearlo. Se hallaba en la búsqueda de un hombre soñado, onírico, que únicamente existía en sus sueños. Era su ingenuidad idealista lo que la impulsaba a desear el matrimonio. Poseía muy poca experiencia como para saber que la eternidad era imposible.
Pero él sí tenía experiencia... aunque no tanta como sin duda creía Paula, a juzgar por el comentario de que no quería convertirse en una de sus «mujeres». Salía con muchas... pero solo se iba a la cama con unas pocas. A esas pocas les era fiel mientras duraba la relación, y también le sería fiel a Paula el tiempo que estuvieran juntos.
Pero no duraría para siempre. Nada era así. A pesar de que nunca había sentido un anhelo tan pronunciado por una mujer, sabía que la necesidad se debilitaría. Estaba predestinado. Y entonces, si llevaba las cosas con sumo cuidado, podrían volver a ser amigos, tal como lo eran antes de que comenzara todo eso.
Sí, todo tenía sentido. Lo único que debía hacer era mitigar sus recelos, y también el aparente enfado que tenía hacia él, y podrían empezar a disfrutar de esa nueva dimensión en su relación.
No sería fácil... pero ya había llevado adquisiciones hostiles con anterioridad. Sabía lo que tenía que hacer. Empezaría por recuperar su confianza, por recordarle la intimidad de la que habían disfrutado con anterioridad. Los buenos tiempos compartidos en el pasado. Luego, cuando volviera a sentirse cómoda con él, atravesaría su guardia.
Y le haría el amor con una minuciosidad que Paula jamás habría imaginado posible en sus sueños más descabellados.
Iba a descubrir que cuando se trataba de adquisiciones, Pedro Alfonso era el maestro.
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