sábado, 14 de marzo de 2015

SOCIOS: CAPITULO 13





Pedro la miró con deseo cuando llegó a la cocina.


–¿Un café?


–No, gracias.


–Te invitaría a dar un paseo por el jardín, pero está lloviendo otra vez.


–Puedes hablar todo lo que quieras, Pedro, pero eso no va a cambiar lo que ha pasado.


–No, supongo que no.


Paula se acercó a él y le puso una mano en el brazo.


–Ven conmigo –dijo–. Quiero hacer algo por ti.


Pedro la acompañó a regañadientes.


–Ahora, te puedes sentar a mi lado o tan lejos de mí como te parezca oportuno –continuó ella–. Pero deja que borre tus malos recuerdos.


–Mientras no toques nada de Debussy…


Ella se sentó en el taburete.


–Descuida. Tocaré Waterloo Sunset. Pero tú me tienes que acompañar.


–¿Cómo?


–Teniendo en cuenta que la llevabas puesta en el coche, doy por sentado que la cantas en voz alta… Pues cántala conmigo.


Paula empezó a tocar y, tras algunas dudas iniciales, Pedro empezó a cantar. Tenía buena voz, fuerte y bonita.


–¿Lo ves? No ha quedado tan mal… Y es la mejor forma de librarse de la tristeza. O, por lo menos, la mejor que yo conozco –declaró–. ¿Qué canción tocamos ahora? Di una, la que tú quieras.


–¿Sabes tocar de oído? –preguntó con sorpresa.


–Si conozco la canción, sí. Y no me mires como si fuera lo más raro del mundo… Cuando llevas muchos años tocando, es bastante fácil.


–Será fácil, pero la gente normal no sabe hacer esas cosas.


–Claro que saben. No estarás insinuando que he heredado el genio musical de mi familia, ¿verdad? –dijo con ironía–. Yo no me parezco a mis padres. Como ya te dije, solo toco por placer.


Paula eligió un tema de los Beatles. Pedro soltó un suspiro de frustración, pero se sentía mucho mejor cuando ella terminó de tocar y cerró la tapa del piano.


–La vida está llena de cosas buenas, Pedro. Solo tienes que dejarte llevar un poco y confiar en la gente.


–¿Por qué? Me consta que creciste con unos padres que no eran precisamente cariñosos. Te prestaban poca atención y te arrastraban con ellos por todo el mundo…


–Pero tenía a Arnaldo. De hecho, él fue quien me enseñó que la música podía ser divertida. Tocaba conmigo cuando yo era pequeña. Interpretaba cualquier canción que le pidiera. Estoy segura de que habría sido un músico excelente –Paula suspiró–. En fin, no me hagas mucho caso. Puede que esté diciendo tonterías.


–En absoluto. –Pedro dio un paso hacia ella–. Pau, me gustaría que las cosas fueran diferentes entre nosotros, pero algo se rompió en mí hace diez años. Yo no te convengo. Te haría daño. Es mejor que lo dejemos así.


–Sonarías más convincente si no me estuvieras abrazando, Pedro.


Pedro se quedó atónito. Ni siquiera se había dado cuenta.


–Bueno… iré a ver si tu ropa ya se ha secado.


Pedro se estaba comportando como un cobarde, y los dos lo sabían. Sin embargo, Paula prefirió no decírselo. Había conseguido que le abriera un poco su corazón y estaba
demasiado asustado.


Volvió al taburete del piano y se sentó.


Iría despacio con él. Se tomaría las cosas con calma. Pero, al final, le demostraría que su relación podía salir bien.




4 comentarios: